Haz click aquí para copiar la URL
España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
8
Drama. Thriller Han pasado 20 años desde que Mark Renton abandonara Escocia, y la heroína. Ahora, Renton vuelve a su Edimburgo natal con el objetivo de rehacer su vida y reencontrarse con sus amigos de toda la vida: David "Spud" Murphy, y Simon "Sick Boy" Williamson; al mismo tiempo que Francis "Franco" Begbie sale de la prisión con sed de venganza.... Secuela de 'Trainspotting' (1996), basada en 'Porno', la siguiente novela de Irvine Welsh. (FILMAFFINITY) [+]
15 de junio de 2017
Sé el primero en valorar esta crítica
121/10(13/06/17-29/06/22) Para una generación de veinteañeros en 1996 y ahora cuarentones (entre los que me cuento) resultaba este film un esperadísimo reclamo, los que disfrutemos con la frescura, originalidad y nihilismo (sin moralinas simplistas) de la primera parte, era algo muy ansiada. El realizador de Manchester, Danny Boyle (apoyado en el libro homónimo de Irvine Welsh, y con guión de John Hodge) puso el listón en el Olimpo con su segundo largometraje, Icono de culto de los 90, nos marcó a tantos, y sirvió como fuente de inspiración para numerosos cineastas. Esta secuela después de 21 años ha vuelto a reunir al mismo elenco actoral (Ewan McGregor, Ewen Bremner, Jonny Lee Miller y Robert Carlyle), al mismo director y guionista, y el resultado final dista de ser el boom que supuso la pretérita, no marcará un antes y después, pero quizás Boyle y los suyos no lo pretendían, esta se sitúa conscientemente a la sombra de la Obra Maestra de 1996, la reverencia y le sirve de estímulo motriz para reflejar cual epílogo incisivo lo que fue de estos perdedores de Edimburgo, se nutre de la nostalgia para atraparnos, manejando un ágil juego de espejos donde se analiza la fugacidad del tiempo, se habla del síndrome de Peter Pan, de la gente atrapada en un tiempo pasado donde se sintió viva, y que no es capaz de avanzar, para ello riega la película de continuos flash-backs (flash), de la música auto-referencial, de constantes guiños reversos a la anterior, de vasos comunicantes constantes y fluidos que nos hacen sentir mayores, y a la vez disfrutar de mirarnos un poco el ombligo, pues puede servir para pensemos que ha sido de nosotros durante estas dos décadas.

Había muchos modos de afrontar esta secuela y Boyle ha tirado por lo conocido, no ha querido explorar mundos nuevos, esto no es atacable (por lo menos por mí), tampoco lo hacía “El padrino II”. Un enfoque nostálgico donde se repiten muchos hechos, pasados por el filtro de que los años nos amansan: Al igual que en la de 1996 en el centro del relato (o sea el McGuffin) está un botín, hay una salida en tren a en medio de la nada en las montañas escocesas, hay un repugnante retrete, “El más asqueroso de toda Escocia”, hay persecución por las calles de Edimburgo (aunque esta nocturna), hay guiños cinéfilos (a “Toro salvaje”, “El resplandor”, o a “Terminator 2” en el título), hay ingeniosa revisión del “Elige…”, se juega con los temas musicales de la primera como elemento de resorte y reflejado del estado de ánimo ajado de los personajes, y por supuesto hay recursos visuales de enorme potencia visual.

Esta mirada constante a la primera entrega ha hecho que muchos la tilden de pretexto para juntar sin rumbo fijo a los cuatro de Edimburgo, de excesivamente reiterativa, de excesivamente melancólica, de no contar nada, de parecer una reunión de amigos que no se ven en mucho tiempo y se cuentan sus batallitas tomando unas cervezas, y no cabe duda de que algo de esto hay, pero yo la entiendo como una apelación a la memoria, a que el tiempo es una trituradora que llega lenta pero seguro a destrozarnos, apelación nada sensiblera a los recuerdos, a nuestra juventud que pasó como un rayo. Para mí ha sido un emotivo reencuentro, donde los ecos de la primera en la mala baba, el humor negro (negrísimo), el ímpetu, energía, vitalidad, y vibraciones han dado paso a unos tipos algo más autoreflexivos (excepto el vitriólico Begbie), explorando los errores del pasado, mirando hacia la amistad con más hondura. Adaptación libre de la novela de Irvine Welsh “Porn”, continuación de “Trainspotting”, haciendo inevitable para entenderla ver la primera, es dependiente de esta para entender la dimensión de lo que hablan y hacen, para disfrutar y emocionarse con sus comportamientos, un encuentro introspectivo sobre como el paso de los años a todos nos hace mella, sobre el paso de joven a la madurez.


El paso inexorable de los años ha serenado y atemplado a Danny Boyle, si en los 90 mostraba que el epicentro nihilista de estos veinteañeros marginales de Edimburgo eran las drogas, ahora los ha serenado y los muestra en medio de la desorientación de la mediana edad, donde sientes que posiblemente has desperdiciado tú vida anterior y lo que te queda no es un fututo halagüeño, con el hándicap de que ya no tienes el fulgor y la rabia indómita de antes, la crisis de los 40. Boyle lo hila con un argumento tenue que se siente más como una sucesión de viñetas embebidas de melancolía por lo que aconteció 21 años atrás, con mucho humor negro, algo de escatología (propia del universo Trainspotting), y mucha morriña interior. Todos nos moderamos con el discurrir de los lustros, nos volvemos más dóciles y mansos, ENVEJECEMOS! Con un desarrollo sin ser lo frenético de la primigenia, si es rápido, surtido de diálogos mordaces,

Danny Boyle y guionista no se muestran tan combativos como en la primera contra los convencionalismos sociales e hipocresía social, remanente, contra su moralismo impostado, aquí lo que prima es deconstruir desde la madurez la juventud, se han rebajado los niveles de sordidez, de oscuridad, de gamberrismo, de poder de escandalizar, de tenebrismo hipernaturalista (el modo turbador de escenificar la drogadicción y sus consecuencias), y sin embargo resulta una visión de un mundo más amargo y pesimista, reflexionando con pesar sobre el paso aplastador del tiempo, sobre la masculinidad, sobre la amistad, sobre las oportunidades perdidas, sobre los fantasmas del pasado o sobre la paternidad.

La puesta en escena es hija de su tiempo, menos cargada en bizarrismo, pero punzante en su sentido nostálgico-serenado, con un sobresaliente diseño de producción de Patrick Rolfe (“Millenium:...”), y Mark Tildesley (“El jardinero fiel”), aprovechando Edimburgo, como escenario vivo también se rueda en Glasgow, además de rodar algo en Bulgaria, sucio y mugriento, esto con la potencia poderío que Boyle impone,... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow