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Voto de TOM REGAN:
8
7,3
5.866
Western
El explorador Cable Hogue es abandonado en medio del desierto por sus crueles compañeros Taggart y Bowen, que le arrebatan la montura, el rifle y las provisiones. Después de caminar bajo un sol implacable durante cuatro días, cuando ya está al borde del colapso, nota que sus botas están húmedas... (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
72/22(23/03/20) Delicioso crepuscular western del gran Sam Peckinpah que gana a cada revisión. Ambientada en el desierto de Arizona durante el ocaso del viejo oeste (la diligencia), frente a la civilización (el automóvil), con guión original de guión de John Crawford (“La aventura del Poseidón”) y Edmund Penney, siguiendo a un buscador de oro frustrado en su objetivo vengativo. Tras dirigir el Homérico “Grupo salvaje”, el maestro Bloody Sam se embarca en un western iconoclasta, con mucho de humanismo, sin la violencia arrolladora de la predecesora, pero a la vez con una temática de fondo parecida, como es el réquiem por el viejo oeste, donde los desarraigados pioneros dan paso a la ‘modernidad’ reflejada en ambas cintas por el automóvil, o en su aparición de personajes cínico-desencantados, o en la amistad traicionada (tema recurrente del cineasta en su filmografía). Aunque hay muchas diferencias en su puesta en escena son antagónicas, desde su tono distendido, sus funcionales escenas de balaceras, en la exposición de la mujer, o en como en la pretérita se maneja para enfatizar dramatismo el slow-motion y en esta todo lo contrario, se ofrece alguna cámara rápida cual “Show de Benny Hill”, para potenciar el humor. “La balada de…” tras un inicio que hace presagiar un clásico relato de venganza, se haya una obra que da la vuelta a los clichés, ello en un tono de comedia, con mucho de humor y poco de acción y tiroteos. Un entretenimiento encantador, lleno de entusiasmo de vivir, dejando sustratos sobre temas como el análisis del capitalismo, el Sueño Americano, el individualismo, la libertad personal, el espíritu de supervivencia, la dignidad humana, atacando la hipocresía moral puritana, e incluso a la demagógica religión (ello en el rol del reverendo encarnado por David Warner) . Ello en un desarrollo cargado de melancolía, con personajes maravillosamente delineados, con actuaciones brillantes, donde alrededor de un Milagro (el protagonista le pide a Dios agua en medio del desierto y este se lo concede) como es la fuente de agua, se unen cual familia disfuncional un grupo de inadaptados, como es un paciente vengador, un lujurioso sacerdote y una prostituta con sueños de grandeza.
Una bucólica elegía al género que encumbro a Peckinpah, donde este singular protagonista parece un alter ego del propio realizador. Donde sobresale el bello romance entre la bella Hildy y el carismático Cable. Mención merecen el magnífico elenco interpretativo, con unos secundarios sensacionales, parecen que cual cactus hayan nacido en este desierto protagonista, L.Q. Jones, Slim Pickens o Strother Martin (estos tres actores fetiches del director), y los que tiene más cancha, como el libertino rol de David Warner, la sensual Stella Stevens, y sobre todo el protagonista Jason Robards, en uno de sus mejores actuaciones. Fascinante resulta su rush final cargado de un lirismo romántico despojado de cualquier sentimentalismo barato, donde conmueve, conviviendo en la imagen la diligencia, el coche, una moto, caballos, y en medio el panegírico.
Tiene un inicio sugestivo, vemos paradójicamente en sinergia con “Grupo Salvaje” un animal, mientras en la de 1969 vemos un nido de escorpiones atacado por una colonia de hormigas, mientras esto lo observan alborozados unos niños, en esta lo que vemos es un lagarto (este toque de animalidad apegada al terreno es circular pues lo último que veremos del film es un zorro) a punto de ser cazado por el protagonista, que antes de ello se disculpa con el bicho por matarlo, marcando el carácter de Cable. Esto justo antes de que sus compañeros en el desierto decidan abandonarlo a su suerte, no sin antes robarle el agua, con lo que su futuro es bastante desolador en medio de la nada. Desesperado, suplica a Dios le de agua y este responde con un manantial, y con él promete esperar allí a que pasen sus dos enemigos para cobrarse venganza. A partir de aquí, parece entraremos en un prototípico western sobre la vendetta, pero entonces Peckinpah vira hacia mezclar varios tonos, empezando por un humor muy fresco y jovial, ello gracias entre otras cosas a la aparición de un extraño predicador, con el que traba una peculiar amistad.
Pero Cable debe ir a la ciudad a registrar la propiedad del pozo, y allí encuentra el amor con un flechazo (con su pronunciado y sexy escote) con la meretriz Hildy, haciendo que entonces la película cruce con el romance, llevado este con aire de comedia, sin caer en lo almibarado, una relación de igual a igual, con ese primer baño de Cable en que ella lo lava en la bañera, o el bello tramo en Hogue Oasis, en que conviven juntos unas semanas (donde ha tenido que huir por “las buenas gentes de la ciudad”; o sea, por el puritanismo hipócrita). Amor libre entre ellos expresado en frases tan contundentes como esta de Cable, “Hildy no es de nadie. No me pertenece. Ella tiene su vida y yo tengo la mía, aquí”. O cuando ella le cuestiona a él, “No te importa lo que soy (prostituta)?”, Hogue responde, “Nunca me ha importado. Lo he disfrutado”. Mostrada además con momentos hilarantemente tiernos como cuando se baña en el exterior y llega la diligencia y desnuda corre a por su ropa en medio de las miradas de los pasajeros, esto exhibido en jocosa cámara rápida.
Y es que Peckinpah nos regala varias secuencias estupendas, como el primer encuentro de Cable con Hildy, o el ataque de furia de ella en su habitación, o el encuentro del predicador con una joven a la que mete mano de modo sibilino en presencia de su marido, o como la prostituta muestra a Cable donde tiene bordado su nombre, o el enternecedor modo en que lava en la bañera Cable a Hildy, el realista encuentro de Cable con sus ‘enemigos’ (con serpientes cascabel de por medio), y por supuesto el espléndido rush final. Y más.
Largometraje con un halo crepuscular permanente, ello expresado en la visión de un automóvil surcando el desierto y pasando de largo por el manantial de agua, a lo que Cable dice:… (sigo en spoiler)
Una bucólica elegía al género que encumbro a Peckinpah, donde este singular protagonista parece un alter ego del propio realizador. Donde sobresale el bello romance entre la bella Hildy y el carismático Cable. Mención merecen el magnífico elenco interpretativo, con unos secundarios sensacionales, parecen que cual cactus hayan nacido en este desierto protagonista, L.Q. Jones, Slim Pickens o Strother Martin (estos tres actores fetiches del director), y los que tiene más cancha, como el libertino rol de David Warner, la sensual Stella Stevens, y sobre todo el protagonista Jason Robards, en uno de sus mejores actuaciones. Fascinante resulta su rush final cargado de un lirismo romántico despojado de cualquier sentimentalismo barato, donde conmueve, conviviendo en la imagen la diligencia, el coche, una moto, caballos, y en medio el panegírico.
Tiene un inicio sugestivo, vemos paradójicamente en sinergia con “Grupo Salvaje” un animal, mientras en la de 1969 vemos un nido de escorpiones atacado por una colonia de hormigas, mientras esto lo observan alborozados unos niños, en esta lo que vemos es un lagarto (este toque de animalidad apegada al terreno es circular pues lo último que veremos del film es un zorro) a punto de ser cazado por el protagonista, que antes de ello se disculpa con el bicho por matarlo, marcando el carácter de Cable. Esto justo antes de que sus compañeros en el desierto decidan abandonarlo a su suerte, no sin antes robarle el agua, con lo que su futuro es bastante desolador en medio de la nada. Desesperado, suplica a Dios le de agua y este responde con un manantial, y con él promete esperar allí a que pasen sus dos enemigos para cobrarse venganza. A partir de aquí, parece entraremos en un prototípico western sobre la vendetta, pero entonces Peckinpah vira hacia mezclar varios tonos, empezando por un humor muy fresco y jovial, ello gracias entre otras cosas a la aparición de un extraño predicador, con el que traba una peculiar amistad.
Pero Cable debe ir a la ciudad a registrar la propiedad del pozo, y allí encuentra el amor con un flechazo (con su pronunciado y sexy escote) con la meretriz Hildy, haciendo que entonces la película cruce con el romance, llevado este con aire de comedia, sin caer en lo almibarado, una relación de igual a igual, con ese primer baño de Cable en que ella lo lava en la bañera, o el bello tramo en Hogue Oasis, en que conviven juntos unas semanas (donde ha tenido que huir por “las buenas gentes de la ciudad”; o sea, por el puritanismo hipócrita). Amor libre entre ellos expresado en frases tan contundentes como esta de Cable, “Hildy no es de nadie. No me pertenece. Ella tiene su vida y yo tengo la mía, aquí”. O cuando ella le cuestiona a él, “No te importa lo que soy (prostituta)?”, Hogue responde, “Nunca me ha importado. Lo he disfrutado”. Mostrada además con momentos hilarantemente tiernos como cuando se baña en el exterior y llega la diligencia y desnuda corre a por su ropa en medio de las miradas de los pasajeros, esto exhibido en jocosa cámara rápida.
Y es que Peckinpah nos regala varias secuencias estupendas, como el primer encuentro de Cable con Hildy, o el ataque de furia de ella en su habitación, o el encuentro del predicador con una joven a la que mete mano de modo sibilino en presencia de su marido, o como la prostituta muestra a Cable donde tiene bordado su nombre, o el enternecedor modo en que lava en la bañera Cable a Hildy, el realista encuentro de Cable con sus ‘enemigos’ (con serpientes cascabel de por medio), y por supuesto el espléndido rush final. Y más.
Largometraje con un halo crepuscular permanente, ello expresado en la visión de un automóvil surcando el desierto y pasando de largo por el manantial de agua, a lo que Cable dice:… (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
…“Eso será un problema algún día”, atomizado en su metafórico final (spoiler), ello como símbolo de que los caballos dejaran de tener la importancia que tenían y con ello el fin de una era.
Jason Robards como Cable Hogue, tipo anclado en el pasado, en un estilo de vida más atávico, que por avatares se encuentra con el deseo de una venganza, pensando que igual que encontró una fuente de agua, allí encontrará al par de objetivos (“Tarde o temprano pasarán por aquí”), misión por la que incluso deja escapar al amor de su vida. Robards da una actuación radiante, mezclando en su arco de desarrollo desesperación, frustración, ilusión, rabia, amor, pasión, con una mirada cargada de expresividad, con una sonrisa pícara, y transmitiendo una gran empatía en sus defectos, con aristas, matices, mucha humanidad. Teniendo una chispeante química tanto con Warner como sobre todo con Stella Stevens. Borda su rol con una gran personalidad, sin caer en clichés; David Warner como el predicador Joshua, arrolla con su cachonda presencia, una serpiente mujeriega con alza cuellos, despliega un tremebundo cinismo, con una labia embrujadora, pero sobre todo con unas manso con vida propia cuando están cerca de una mujer, capaces de levitar sobre traseros y senos. Suyo es el gran momento del film en el final con el panegírico. Lástima que apenas tenga fondo, al carecer de un pasado que delinee su comportamiento; Stella Stevens encarna con ternura a la prostituta de buen corazón Hildy, la actriz da alma a un personaje que podría haber caído en los tópicos, ella le insufla vida y mucha vitalidad, con una vitalista compenetración con Robards. Peckinpah se deleita con su cuerpo; Y están varios clásicos secundarios ‘peckinpahianos’ como son los maravillosos Strother Martin, Slim Pickens y LQ Jones, aportan mucho carácter a sus actuaciones.
Puesta en escena buena en su función e emitir un estado de ánimo, sin la grandilocuencia de “Grupo salvaje”, pero en su frugalidad sacando lo mejor de cada aspecto, rodándose en Arizona, y Nuevo México, donde destaca la cinematografía de Lucien Ballard (“Atraco perfecto” o “Grupo Salvaje”), aportando tremenda viveza a las imágenes del desierto el calor te cala, el sudor te llega, la mugre te da urticaria, jugando con los contrastes lumínicos en interiores semi oscuros, con tomas generales que emiten aislamiento, destacando recursos muy en boga como son el uso de la (innecesaria) multipantalla, los zoom, e incluso el (fuera de lugar) efecto de cámara rápida (en dos ocasiones); La setentera música es obra del gran Jerry Goldsmith (nominado al Oscar en 17 ocasiones, alcanzándolo en solo una con la de “The Omen”), con ambientaciones country, añadiéndose tres canciones de Richard Gillis (arregladas por Goldsmith), que sirven de leit motive para el trío con más protagonismo: "Tomorrow is the Song I Sing" de Hogue, "Butterfly Morning" de Hildy y "Wait for Me, Sunrise" de Joshua.
En contra del film juega cierta torpeza en el uso de las elipsis, el tiempo es manejado de modo arbitrario, un tanto caóticamente, no sabiéndose el tiempo que pasa entre acontecimiento y otro hecho.
Spoiler:
El rush final resulta de enorme brillantez, a la vez que hay que darle muchas licencias en suspensión del realismo y es que de buenas a primeras se juntan en Hogue Oasis la pareja que traicionó a Cable, la diligencia, Hildy en automóvil, y el predicador en moto, que casualidad.
Las últimas palabras del predicador en honor al protagonista atropellado por la ‘civilización’ (un automóvil): “Vivió y murió en el desierto. Y estoy seguro de que en el infierno no hace demasiado calor para él. Nunca fue a la iglesia. No le hacía falta. El desierto era su catedral”. (Amen)
Me queda un western menor y raro, sin más aspiración que hacerte pasar un rato ameno, pero con carga de profundidad en su engañoso aire trivial. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/03/la-balada-decable-hogue.html
Jason Robards como Cable Hogue, tipo anclado en el pasado, en un estilo de vida más atávico, que por avatares se encuentra con el deseo de una venganza, pensando que igual que encontró una fuente de agua, allí encontrará al par de objetivos (“Tarde o temprano pasarán por aquí”), misión por la que incluso deja escapar al amor de su vida. Robards da una actuación radiante, mezclando en su arco de desarrollo desesperación, frustración, ilusión, rabia, amor, pasión, con una mirada cargada de expresividad, con una sonrisa pícara, y transmitiendo una gran empatía en sus defectos, con aristas, matices, mucha humanidad. Teniendo una chispeante química tanto con Warner como sobre todo con Stella Stevens. Borda su rol con una gran personalidad, sin caer en clichés; David Warner como el predicador Joshua, arrolla con su cachonda presencia, una serpiente mujeriega con alza cuellos, despliega un tremebundo cinismo, con una labia embrujadora, pero sobre todo con unas manso con vida propia cuando están cerca de una mujer, capaces de levitar sobre traseros y senos. Suyo es el gran momento del film en el final con el panegírico. Lástima que apenas tenga fondo, al carecer de un pasado que delinee su comportamiento; Stella Stevens encarna con ternura a la prostituta de buen corazón Hildy, la actriz da alma a un personaje que podría haber caído en los tópicos, ella le insufla vida y mucha vitalidad, con una vitalista compenetración con Robards. Peckinpah se deleita con su cuerpo; Y están varios clásicos secundarios ‘peckinpahianos’ como son los maravillosos Strother Martin, Slim Pickens y LQ Jones, aportan mucho carácter a sus actuaciones.
Puesta en escena buena en su función e emitir un estado de ánimo, sin la grandilocuencia de “Grupo salvaje”, pero en su frugalidad sacando lo mejor de cada aspecto, rodándose en Arizona, y Nuevo México, donde destaca la cinematografía de Lucien Ballard (“Atraco perfecto” o “Grupo Salvaje”), aportando tremenda viveza a las imágenes del desierto el calor te cala, el sudor te llega, la mugre te da urticaria, jugando con los contrastes lumínicos en interiores semi oscuros, con tomas generales que emiten aislamiento, destacando recursos muy en boga como son el uso de la (innecesaria) multipantalla, los zoom, e incluso el (fuera de lugar) efecto de cámara rápida (en dos ocasiones); La setentera música es obra del gran Jerry Goldsmith (nominado al Oscar en 17 ocasiones, alcanzándolo en solo una con la de “The Omen”), con ambientaciones country, añadiéndose tres canciones de Richard Gillis (arregladas por Goldsmith), que sirven de leit motive para el trío con más protagonismo: "Tomorrow is the Song I Sing" de Hogue, "Butterfly Morning" de Hildy y "Wait for Me, Sunrise" de Joshua.
En contra del film juega cierta torpeza en el uso de las elipsis, el tiempo es manejado de modo arbitrario, un tanto caóticamente, no sabiéndose el tiempo que pasa entre acontecimiento y otro hecho.
Spoiler:
El rush final resulta de enorme brillantez, a la vez que hay que darle muchas licencias en suspensión del realismo y es que de buenas a primeras se juntan en Hogue Oasis la pareja que traicionó a Cable, la diligencia, Hildy en automóvil, y el predicador en moto, que casualidad.
Las últimas palabras del predicador en honor al protagonista atropellado por la ‘civilización’ (un automóvil): “Vivió y murió en el desierto. Y estoy seguro de que en el infierno no hace demasiado calor para él. Nunca fue a la iglesia. No le hacía falta. El desierto era su catedral”. (Amen)
Me queda un western menor y raro, sin más aspiración que hacerte pasar un rato ameno, pero con carga de profundidad en su engañoso aire trivial. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/03/la-balada-decable-hogue.html