134/18/25/10/18) Prometedora premisa la de este film, de esas que contadas engancha por su originalidad, pero que puestas sobre el celuloide se agota en poco tiempo ante la falta evidente de ideas que hagan cautivadora y profunda su idea. Un thriller de suspense distópico escrito y guionizado por el realizador de origen jordano Omar Naim, se desarrolla en un futuro cercano indeterminado, en el que los implantes de memoria Zoe chip (dispositivo, implantado en el cerebro antes del nacimiento, registra todo lo que un ser humano ve y oye, hasta el momento de la muerte. Después de la muerte, se retira el chip y un "cortador" edita las cientos de miles de horas en una función de dos horas, que se muestra en un servicio "Rememory" para familiares y amigos) son utilizados por uno de cada veinte personas (son muy caros), siendo el protagonista encarnado por Robin Williams un profesional que se especializa en editar los recuerdos de fallecidos en memoriales (debe eliminar todo que suponga incomodidad y reflejo de algo maligno, como la masturbación, el abuso conyugal, infidelidades,…) que se proyectan en funerales, ello anulando cualquier arista polémica en el difunto (Puede parecer un comienzo para un episodio de “La Dimensión Desconocida”), esto que ofrecer todo un maná de subtextos filosófico-existenciales sobre la realidad y la distorsión de la misma según se nos filtre, pero el director no sabe qué rumbo tomar una vez nos ha mostrado este micro-universo y se decanta por unas subtramas superficiales sin peso dramático alguno, perdiendo fuelle a pasos agigantados, esperando uno que pueda tener un final que redima en algo al realizador, pero este resulta anti-climático y torpe, quedando en un quiero y no puedo la cinta, una amalgama de apuntes a pie de página que quedan (como bien he leído) como una especie de episodio piloto para una serie a desarrollar en posteriores capítulos. Naim desperdicia su idea en un guión sin sustancia, desaprovecha el caudal que proyecta, para dejarnos al final un producto anodino que solo recordarás por el Zoe chip, resto un batiburrillo de ideas mal cosidas. Por cierto la idea del chip me recuerda a la del homérico capítulo “The entiry history of you” (1x03), de la popular serie “Black Mirror”, ambas ideas claramente influenciadas por el imaginario del escritor de culto de la ciencia-ficción Philip K. Dick.

El relato arranca de modo cautivador, con la edición de uno de los chips en un funeral, una vida resumida en dos horas, todo buenos sentimientos y una loa a la existencia del fallecido, tras la ceremonia queda solo el editor Alan y observa descartes de este montaje, entonces vemos la verdadera personalidad del muerto, un maltratador de su esposa, creemos estar ante algo fresco e incisivo, en la paradoja de la hipocresía reinante en nuestra sociedad, algo que puede dar mucho de sí en sus falsas apariencias, argumento con un universo de posibilidades complejas en la manipulación de la verdad (el protagonista explica el sentido de estas sesgadas ediciones "Los muertos no significan nada para mí. Tomé este trabajo por respeto a los vivos"), su retorcimiento en la ambigüedad moral que se quiere emitir, en la invasión al libre albedrío, ataque a la intimidad, perversión de las vidas en pos de su hagiografía, el peso de arrastrar las culpas de los demás, o como los avances tecnológicos puede degenerar nuestras existencias. También se hace una pequeña (muy tibia) reflexión sobre como nuestro comportamiento podría variar si sabemos que todo lo que hacemos puede ser observado bien en primera persona o por terceros, como nuestra frescura puede ser pervertida y modificaeda por este motivo.

Se hace un a cercamiento al protagonista del editor, como un tipo obsesionado con su labor, voyeur de las vidas ajenas, que por el camino deja de tener vida propia, parece vivir en el vacío, con apariencia de enterrador, pero esta vertiente solo queda en esbozo, sin aristas ni hondura emocional alguna. Robin Williams encarna al taciturno Alan Hankman, lo hace con ese rostro que puso de moda en los films serios (“Más allá de los sueños”, “El hombre bicentenario”, “Ilusiones de un mentiroso”, “Insomnia”, o “Retratos de una obsesión”) que hizo, cara de pesaroso imperturbable. La mejor definición que se hace de Alan es de Delila (Mira Sorvino) "Eres como un mago, un sacerdote, o un taxidermista". El realizador quiere que asistamos a su huero mundo a través del modo en que trabaja sobre las imágenes de las vidas de otros, pero estas escenas no llegan ni a rozarme, se me hace artificiosas y poco naturales en el modo de interactuar Williams con ellas. Además tiene una subtrama referente a un trauma de la infancia que se rebela como un putrefacto bluff.

Resto de secundarios no pasan de lo esquemático, desde una Mira Sorvino que no se sabe que pinta en la película, dotada para mucho más que este rol de florero bonito, y es que subtrama romántica cono Alan resulta un lastre sin sentido, que nada aporta, puro relleno, además de que la química entre ella y Williams es bajo cero; Jim Caviezel en un rol muy confuso y atropellado; Los demás no pasan de una presencia bosquejo.

El realizador quiere transmitir un mundo convulso y cuasi en plena revolución latente, esto por la presencia de un grupo de personas que están en contra del Zoe chip, estos expuestos con sus rostros tatuados, esto es reflejado de modo torpón, pues me resultan bastante escasas sus estimulaciones para tanto fanatismo (su naif mantra es "Recuerda por ti mismo!"), de hecho se antoja oitro recurso que no va la do alguno, otro apósito-relleno que nada da.