107/08(13/06/16) Interesante film de Penny Marshall, una atractiva propuesta que la pierde cierto desequilibrio y algunas notas sensibleras. Una historia basada libremente en el libro del neurólogo inglés Oliver Sacks, “Awakenings” (1973), que a su vez se inspira en hechos reales en los que él fue parte fundamental , combatió la enfermedad de unos pacientes catatónicos (por una epidemia de encefalitis letárgica entre 1917-1928), con una droga experimental, L-Dopa, por la que 15 enfermos tuvieron lucidez. La cinta tiene en sus protagonistas sus mejores pilares, un desatado Robert de Niro y un contenido y muy matizado Robin Williams. El guión es del prestigioso Steven Zaillian (“La lista de Schindler”, “Gangs of New York” o “American Gangster”), propone un hábil juego de espejos en que el Dr. protagonista es visto en paralelo al paciente con el que más relación tiene, el Dr. es un tipo solitario, asocial, con apenas relación con los demás, que cuando consigue “despertar” a los pacientes siente que él no ha disfrutado de la vida, y estos enfermos le muestran lo mucho de bueno que tiene nuestra existencia. La historia te entretiene, tiene un buen mensaje, tiene picos altos de emoción, pero alternados con otros un tanto edulcorados, u otros incoherentes.

El escenario principal es un hospital en el Bronx neoyorkino en 1969, allí comienza a trabajar el Dr. Malcolm Sayer (Robin Williams), tras estudiar el comportamiento de un grupo de pacientes catatónico que se quedaron así tras una epidemia de encefalitis letárgica de 1917-1928, decide probar en ellos una droga experimental, L-Dopa, suministrándosela primero al paciente Leonard Lowe (Robert De Niro), en estado vegetativo desde los 11 años, siendo tras varios intentos un éxito, despertando de su letargo, con lo que prueba con el resto, con el mismo excelente resultado, encontrándose estas personas en un mundo extraño para ellos tras cuatro décadas “dormidos”. Tendrán importancia personajes como el jefe del hospital, el Dr. Kaufman (John Heard), Paula (Penélope Ann Miller ), hija de otro paciente del hospital, y la enfermera Eleonor Costello (Julie Kavner).

Es un relato de gran humanismo, en que se alaba la alegría de vivir, la búsqueda de la felicidad, el disfrutar de la vida el poco tiempo que estamos aquí, nos habla del sentido del deber, de la implicación profesional, del entendimiento, de no aceptar dogmas, de la superación personal, de la amistad por encima de barreras. Evoluciona una historia bien dirigida con buen pulso narrativo, con momentos de ternura, que te conmueven, bañado mucho metraje de nostalgia, nos hace empatizar con el desconcierto y jolgorio de estos “despertados”, con sus distintas reacciones, sus miedos, su inadaptación social, su melancolía por los años perdidos, y llegando a cuestionarse no era mejor haber seguido igual.

Lo tara es que no aprovecha las posibilidades de la trama, se encorseta ella misma, no nos muestra el choque del tiempo de estos durmientes de 40 años, no vemos su turbación por los avances modernos (autos, teléfonos, televisión, vestuario, etc...), solo vemos a gente nerviosa con ganas de divertirse y disfrutar, tampoco entiendo no se saca partido de cómo Leonard debía haber exhibido una mentalidad de 11 años, una mentalidad aniñada, esto se lo saltan, esto se debería haber exprimido, de cómo un hombre puede estar atrapado en una mente infantil, con las posteriores interrelaciones problemáticas con los mayores, esto se pasa por alto y lo vemos con mentalidad mayor sin motivo alguno, liga con una muchacha con la que no pega, chirrían sus escenas, no te las crees, muy forzadas de cara a la galería de almibararnos, error. No se saca jugo de la trama secundaria del Dr. con la enfermera, todo muy plúmbeo para nos toque, no se da apenas peso secundarios entre los enfermos, dcuasi-invisibles. Asimismo no entiendo un Dr. “reviva” a 15 personas de su comático estado y no sea un notición mundial, no entiendo ni tan siquiera en el hospital sea algo Antológico, apenas se le da importancia alguna, la vida para él sigue igual, no hay reconocimiento mínimo, extraño.

Robert De Niro está impresionante en un papel hecho a medida de su vis histriónica, una actuación dividida en tres sentidos: En la primer segmento es el catatonismo, donde su mirada emite un gran vacío interior; El segmento en que vuelve al mundo, transmitiendo gran curiosidad, perplejidad, ganas de autosuficiencia, de no ser controlado, de vivir a su aire, su mirada cubre todo un amplio espectro de sentimientos encontrados; Y el segmento histriónico en que Leonard muestra el lento camino al averno del catatonismo, todo un festival de tics y convulsiones, y todos justificados para dar sentido al tormento que sufre el personaje, de cómo su conciencia empieza a apagarse en un desgarrador tránsito, en esta fase es su cuerpo el protagonista con un dominio de transmitir emociones sublime, en principio De Niro iba a hacer el médico, pero el actor pidió cambiar su rol al del paciente. Robin Williams encarna con tremenda contención (para su habitual sobreactuación), aporta compasión, cariño, sensibilidad, empatía con los pacientes, y mucha humanidad, según dijo el actor estaba tan abrumado por compartir película con De Niro que se olvidó de sus histerias, entre los dos actores surge una enternecedora química. Max von Sydow en su corto metraje encarna con gran carisma un doctor que vivió la epidemia de encefalitis, su narración al Dr. Sayer resulta desgarrador, de una intensidad punzante. (sigue en spoiler sin)