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Voto de TOM REGAN:
7
6,8
5.385
Drama
Son los últimos días de agosto. Diane, una vieja y vitalista estrella de cine, y su pareja visitan a su hija Lane en su casa de campo. Lane es una mujer depresiva, cuya vida está marcada desde la infancia por el asesinato del amante de su madre, a la que culpa de su mala suerte. Lane está enamorada de Peter, un escritor, pero éste ama a Stephanie, que le corresponde, aunque está casada. (FILMAFFINITY)
26 de septiembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
117/16(23/09/16) Incisivo drama intimista del prolífico Woody Allen, obra marcada por el pesimismo ambiental, con aura marcada por el título del otoño de la vida, con evidentes influencias al (querido por Allen) realizador sueco Ingmar Bergman, como ya hacía en “Interiores” (1978), trata temas como las dificultades entre personas cercanas en la comunicación, en las barreras que nos autoimponemos, en el ritmo sereno de la acción, y asimismo en la puesta en escena austera y fría, evocadora de melancolía y nostalgia. Allen hizo el guión queriendo hacer cuasi-teatro en cine, rodándose íntegramente en interiores, con tomas largas para los actores transpiren naturalidad, inspirándose (además del referido sueco) en la obra del dramaturgo ruso Anton Chejov (1860-1904) “Mi tío Vania” (1899), encerrando en una casa a varios personajes que se interrelacionan de modo intenso-dramático, aludiendo a la infelicidad existencial de los mismos, flotan en el ambiente historias entrecruzadas de amores no correspondidos (los que duran toda la vida), de depresiones, de egoísmo, de amistades, de traiciones, y sobre todo de la búsqueda incesante del amor que nos aleje de la soledad, se suma una subtrama referente a hechos reales relacionados con la muerte violenta de un amante de la actriz Lana Turner en 1958. Este film es famoso por llevar Allen sus ansias de perfeccionismo a lo enfermizo, después de haberla rodado no quedó satisfecho con el trabajo de varios actores, sustituyéndolos por otros y volviendo a filmarla, en principio actuó Sam Shepard como Peter, este había llegado tras haber rodado ya algunas escenas Christopher Walken con el rol, Maureen O'Sullivan era originalmente Diane, y Charles Durning fue Howard, lo sangrante es que Woody ha declarado le gustaría volver a hacerla de nuevo.
Además Allen se auto revisiona haciendo mezcla de dos de sus obras anteriores, la mencionada “Interiores”, más “La comedia sexual de una noche de verano” (así mismo revisionaba la popular obra de Shakespeare “El sueño de una noche de verano”), por lo de aislar a varias parejas en una residencia veraniega y entrelazar amores unos con otros. WA ha despojado al relato de cualquier atisbo de comedia, precisamente su mejor Don, ha enclaustrado de modo físico y cuasi-existencial (cual “El Ángel exterminador”) a varios seres desorientados en una vivienda, ha revestido la ambientación de tonos tenues, macilentos, tristones, un hogar donde apenas entra luz de fiera, con las persianas bajadas, profusión de cromatismos entre amarillentos y naranjas que imprimen sensación mortecina, como reflejo del otoño cronológico y anímico que se cierne sobre esta casa, el advenimiento de septiembre como símbolo de lo que termina y de lo que puede empezar, de los ciclos de la vida, del crepúsculo metafísico, conformando una atmósfera claustrofóbica de desamparo.
Un relato minimalista dirigido por WA con ritmo lento pero penetrante, de notable intensidad, que se teje a través de diálogos de enrome sensibilidad, de interpretaciones de gran fuerza emocional, con todos los elementos bien dosificados, sin caer en maniqueísmos facilones, delineando personajes tridimensionales, imperfectos, matizados, emitiendo humanidad, personajes marcados a fuego por su pasado, conviven hastiados por las decisiones del ayer, ello hablándonos sobre la rebeldía del corazón, sobre lo ingobernable del libre albedrio con que amamos y desamamos, sobre el paso inexorable del tiempo, sobre la frustración vital, sobre las complicadas relaciones familiares, sobre gente insegura. Con estos mimbres Allen construye un entramado de conflictos sentimentales donde todos aman a alguien y nadie es correspondido, amores platónicos, la insatisfacción es la constante, creando un halo de desilusión en el aire, halo que los oprime, en medio de tensiones materno-filiales, de tensiones de amores no correspondidos, derivando en su riqueza de detalles en una narración reflexiva.
La cinta a pesar de alejarse del cinismo y mordacidad que han hecho famoso a Woody Allen , deja elementos inherentes al ideario de la filmografía alleniana, como lo referente a los conflictos sentimentales de la burguesía, a la vulnerabilidad del matrimonio, lo complicado de la fidelidad, dejando dosis de sus constantes sobre el psicoanálisis, la música de jazz, su cinefilia (Akira Kurosawa), o su melomanía (Prokofiev).
La cinta tiene su eje en el bello tramo nocturno en que una tormenta de verano deja sin fluido eléctrico la vivienda playera, acentuándose el aislamiento físico y mental de los protagonistas, potenciándose la melancolía climática, remarcándose el intimismo hasta niveles exacerbados, todo hermosamente iluminado por velas, se producen varios encuentros cuasi-furtivos de los personajes en que estos apoyados en la penumbra (y en alguna copa de vodka) parece que se liberan de ataduras morales y dan rienda suelta a sus sentimientos, destapando su corazón abiertamente, con diálogos punzantes e mordientes, rebelándose sus anhelos de felicidad a través de encontrar alguien a quien amar y les ame, salpicando este cuasi-fantasmagórico ambiente con las frustraciones de estos perdedores, y este segmento punteado por deliciosa música de piano (se supone tocado por Stephanie), esto mientras la cámara se pasea con suaves movimientos, como acariciando cariñosamente a los personajes, ello hace que la psicología de los personajes se desnude con turbación ante el espectador.
Pero con todas las loas lanzadas, posee algunas taras que restan, y es que es una cinta que abusa de la reiteración, sientes que el relato posee grandes diálogos, pero orgánicamente adolecen de redundancia, se estanca y tiende a hacerse densa en algunos momentos, aletargándose, provocando que sea de esa clase de films que te deja buen regusto cinéfilo, pero que olvidaras, y que además no es de los que te hace volver a querer revisionarlo.
Además Allen se auto revisiona haciendo mezcla de dos de sus obras anteriores, la mencionada “Interiores”, más “La comedia sexual de una noche de verano” (así mismo revisionaba la popular obra de Shakespeare “El sueño de una noche de verano”), por lo de aislar a varias parejas en una residencia veraniega y entrelazar amores unos con otros. WA ha despojado al relato de cualquier atisbo de comedia, precisamente su mejor Don, ha enclaustrado de modo físico y cuasi-existencial (cual “El Ángel exterminador”) a varios seres desorientados en una vivienda, ha revestido la ambientación de tonos tenues, macilentos, tristones, un hogar donde apenas entra luz de fiera, con las persianas bajadas, profusión de cromatismos entre amarillentos y naranjas que imprimen sensación mortecina, como reflejo del otoño cronológico y anímico que se cierne sobre esta casa, el advenimiento de septiembre como símbolo de lo que termina y de lo que puede empezar, de los ciclos de la vida, del crepúsculo metafísico, conformando una atmósfera claustrofóbica de desamparo.
Un relato minimalista dirigido por WA con ritmo lento pero penetrante, de notable intensidad, que se teje a través de diálogos de enrome sensibilidad, de interpretaciones de gran fuerza emocional, con todos los elementos bien dosificados, sin caer en maniqueísmos facilones, delineando personajes tridimensionales, imperfectos, matizados, emitiendo humanidad, personajes marcados a fuego por su pasado, conviven hastiados por las decisiones del ayer, ello hablándonos sobre la rebeldía del corazón, sobre lo ingobernable del libre albedrio con que amamos y desamamos, sobre el paso inexorable del tiempo, sobre la frustración vital, sobre las complicadas relaciones familiares, sobre gente insegura. Con estos mimbres Allen construye un entramado de conflictos sentimentales donde todos aman a alguien y nadie es correspondido, amores platónicos, la insatisfacción es la constante, creando un halo de desilusión en el aire, halo que los oprime, en medio de tensiones materno-filiales, de tensiones de amores no correspondidos, derivando en su riqueza de detalles en una narración reflexiva.
La cinta a pesar de alejarse del cinismo y mordacidad que han hecho famoso a Woody Allen , deja elementos inherentes al ideario de la filmografía alleniana, como lo referente a los conflictos sentimentales de la burguesía, a la vulnerabilidad del matrimonio, lo complicado de la fidelidad, dejando dosis de sus constantes sobre el psicoanálisis, la música de jazz, su cinefilia (Akira Kurosawa), o su melomanía (Prokofiev).
La cinta tiene su eje en el bello tramo nocturno en que una tormenta de verano deja sin fluido eléctrico la vivienda playera, acentuándose el aislamiento físico y mental de los protagonistas, potenciándose la melancolía climática, remarcándose el intimismo hasta niveles exacerbados, todo hermosamente iluminado por velas, se producen varios encuentros cuasi-furtivos de los personajes en que estos apoyados en la penumbra (y en alguna copa de vodka) parece que se liberan de ataduras morales y dan rienda suelta a sus sentimientos, destapando su corazón abiertamente, con diálogos punzantes e mordientes, rebelándose sus anhelos de felicidad a través de encontrar alguien a quien amar y les ame, salpicando este cuasi-fantasmagórico ambiente con las frustraciones de estos perdedores, y este segmento punteado por deliciosa música de piano (se supone tocado por Stephanie), esto mientras la cámara se pasea con suaves movimientos, como acariciando cariñosamente a los personajes, ello hace que la psicología de los personajes se desnude con turbación ante el espectador.
Pero con todas las loas lanzadas, posee algunas taras que restan, y es que es una cinta que abusa de la reiteración, sientes que el relato posee grandes diálogos, pero orgánicamente adolecen de redundancia, se estanca y tiende a hacerse densa en algunos momentos, aletargándose, provocando que sea de esa clase de films que te deja buen regusto cinéfilo, pero que olvidaras, y que además no es de los que te hace volver a querer revisionarlo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Minimalista y frugal puesta en escena, de claras reminiscencias teatrales, formidable en su función de ayudar al enfoque dramático del realizador, con notable diseño de producción de Santo Loquasto (habitual de Allen), recrea los interiores (lo único que se ve) en los Kaufman Astoria Studios (Qeens, NYC, NY), siendo un personaje más, sobre todo por como la muestra la fotografía del romano Carlo Di Palma (otro habitual de Allen), en color y panavisión, hace levitar la cámara con delicados travellings por pasillos y habitaciones, en una labor circular, empieza y acaba con tomas en la imagen empieza por el pasillo y acaba alejándose de los personajes sobre la pared de la vivienda, ello en un patinado entre amarillento y naranjas apagados, derivando en dorados mustios, emitiendo calidez y fragilidad espiritual, fascinante el tramo en que filma con luz de velas, con expresionistas penumbras y sombras paralelas al alma compleja de los protagonistas, explotando la profundidad del relato, con tomas largas sin cortes para maximizar la fluidez de las actuaciones, hecho que emana de la teatralidad, con algunos excelentes primeros planos que sacan lo mejor de las interpretaciones, una gran labor canalizadora de sensaciones. La selección musical encaja de modo sugestivo con la narración, melodías sugerentes de jazz que otorgan un clima atemporal sostenido en el tiempo a la historia, temas como “What’ll I Do”, de Irving Berlin, “My Ideal”, de Art Tatum y Ben Webster, “Out of Nowhere” de Johnny Green (as John Green) & Edward Heyman, o “Night and Day”, de Cole Porter.
Los actores rayan a enorme altura, interactuan de un modo natural, fresco y creíble. Mia Farrow como Lane, mujer de frágil carácter, que trata de recuperar de una traumática separación amorosa, asimismo es presa de un trauma de la infancia que la encadena a su madre, la actriz dota a su rol de intensidad, de humanidad, transpira debilidad, inseguridad, desánimo, estupenda labor. Dianne Wiest es Stephanie, la mejor amiga de Lane que está con ella para apoyarla en los momentos difíciles, la actriz baña a su rol en romanticismo, en sensibilidad, brotando de ella una gran dulzura, sabiendo dualizarse en amiga y a la vez en traidora, fenomenal. Elaine Stricht es Diane, la dicharachera madre de Lane, una antigua estrella de cine que sueña con sus dorados años en la Meca del Cine, una narcisista arrogante, impulsiva, egoísta, con un pasado turbulento que la une a su hija con secretos angustiosos de por medio que enrarece su relación, encarnada por la actriz de modo carismático arrollador, una fuerza de la naturaleza, con garra, con fuerza, con vitalidad, con una tremenda energía, y dejando entrever las grietas de sus anhelos por el pasado de star, maravilloso su soliloquio sobre el envejecimiento. Sam Waterston como Peter, un publicista de Madison Avenue, un sentimental que intenta dar vida a su primer libro, y que encuentra en dos mujeres la inspiración, en una para escribir sus agitadas memorias y en otra el amor, el actor lo encarna con calado emocional. Jack Warden como Lloyd, físico en astronomía, su profesión es utilizada por Allen como metáfora donde las fuerzas del universo se muestran volátiles, huidizas y no adscritas a unas normas, sirva de muestra esta lapidaria frase que dice "Todo lo que ocurre en este universo es violento y puramente fortuito", el actor lo dota de simpatía, de gran cariño por Diane. Denholm Elliot como Howard, viudo que forja una gran amistad con Stephanie y que él quisiera fuera a más, el actor le impregna de ternura, de comprensión y de una gran melancolía.
En conjunto una muestra de un drama adulto, en que se analizan con dulce bisturí la compleja naturaleza humana. Aunque yo siempre seré de los que dirán que si Allen tiene su mayor Don en el humor, en todas su variantes, no seas cruel y nos prives de él. Fuerza y honor!!!
Crítica sesgada por el límite de caracteres, ver íntegra en: http://tomregan.blogspot.com/2016/09/septiembre.html
Los actores rayan a enorme altura, interactuan de un modo natural, fresco y creíble. Mia Farrow como Lane, mujer de frágil carácter, que trata de recuperar de una traumática separación amorosa, asimismo es presa de un trauma de la infancia que la encadena a su madre, la actriz dota a su rol de intensidad, de humanidad, transpira debilidad, inseguridad, desánimo, estupenda labor. Dianne Wiest es Stephanie, la mejor amiga de Lane que está con ella para apoyarla en los momentos difíciles, la actriz baña a su rol en romanticismo, en sensibilidad, brotando de ella una gran dulzura, sabiendo dualizarse en amiga y a la vez en traidora, fenomenal. Elaine Stricht es Diane, la dicharachera madre de Lane, una antigua estrella de cine que sueña con sus dorados años en la Meca del Cine, una narcisista arrogante, impulsiva, egoísta, con un pasado turbulento que la une a su hija con secretos angustiosos de por medio que enrarece su relación, encarnada por la actriz de modo carismático arrollador, una fuerza de la naturaleza, con garra, con fuerza, con vitalidad, con una tremenda energía, y dejando entrever las grietas de sus anhelos por el pasado de star, maravilloso su soliloquio sobre el envejecimiento. Sam Waterston como Peter, un publicista de Madison Avenue, un sentimental que intenta dar vida a su primer libro, y que encuentra en dos mujeres la inspiración, en una para escribir sus agitadas memorias y en otra el amor, el actor lo encarna con calado emocional. Jack Warden como Lloyd, físico en astronomía, su profesión es utilizada por Allen como metáfora donde las fuerzas del universo se muestran volátiles, huidizas y no adscritas a unas normas, sirva de muestra esta lapidaria frase que dice "Todo lo que ocurre en este universo es violento y puramente fortuito", el actor lo dota de simpatía, de gran cariño por Diane. Denholm Elliot como Howard, viudo que forja una gran amistad con Stephanie y que él quisiera fuera a más, el actor le impregna de ternura, de comprensión y de una gran melancolía.
En conjunto una muestra de un drama adulto, en que se analizan con dulce bisturí la compleja naturaleza humana. Aunque yo siempre seré de los que dirán que si Allen tiene su mayor Don en el humor, en todas su variantes, no seas cruel y nos prives de él. Fuerza y honor!!!
Crítica sesgada por el límite de caracteres, ver íntegra en: http://tomregan.blogspot.com/2016/09/septiembre.html