Pienso que Rodrigo Cortés intenta hacer un Shyamalan, pero no le sale.

Es decir: le sale, porque yo no me esperaba que el físico ayudante (Cilliam Murphy) resultara ser el psíquico con poderes sobrenaturales, como tampoco me esperaba, en el caso de Shyamalan, que Bruce Willis --spoiler-- no fuera el cazafantasmas sino el fantasma, que no fuera el tipo normal que pensábamos sino el superhéroe.

Le sale, pero, no sé por qué, no le sale como al indio. Reconozco que me interesaba más el duelo con De Niro, y cuando descubrimos que en realidad no se trataba de eso, sino de una historia de auto-rechazo, no me parece que el truco funcione como debiera. Quizá porque ya lo hemos visto con Shyamalan repetidamente, y no hace tanto.

Creo que es un problema de guión, que no está bien resuelto. Y menos mal que, según parece, Cortés decidió suprimir (en el corte final) la paja mental que se monta nuestro protagonista en la última secuencia, si no habría sido bastante peor. El discurso final (en plan: tengo que aceptarme o algo así) tampoco me parece que funcione, aunque reconozco que yo ya estaba desconectado. De ahí que las secuencias supuestamente más angustiosas y tensas tampoco me convencieran demasiado.

Reconozco el trabajo de Cortés, que escribe, dirige y monta, pero esta vez no le ha salido. Y es una pena, porque me parece un tío con talento.

Espero que lo siga intentando, y que la próxima le vaya mejor.