No deja de tener su gracia que, en plena “Era Trump”, sea la primera vez que una película no estadounidense gane el Óscar a la mejor película (“Roma” estuvo cerca de hacerlo dos años antes). Y ni siquiera es francesa o italiana, ¡es coreana! (aunque al menos es Corea del Sur). Hay quien dice, en esta época de conspiraciones paranoicas, que ganó precisamente por eso: porque Hollywood es muy mayoritariamente demócrata y eligiéndola por delante de “Erase una vez en Hollywood”, “Joker” y “El irlandés”, tres pedazo de competidoras, le daban en los morros a su odiado presidente.

La explicación es mucho más sencilla: Parásitos es una cinta excelente, un prodigio de buen hacer por parte de su director y guionista, que ya se había hecho notar con sus obras previas. Divertida, inteligentísima, tocando temas universales como el conflicto inter-clases pero con una ironía y frescura sorprendentes, se llevó un montón de premios y al público de calle, atraídos a las salas por el consabido, y esta vez más eficaz y necesario que nunca, “Boca-oreja”. Importante destacar por último la estupenda interpretación de todo el reparto.