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Voto de dorian88:
10
![](https://filmaffinity.com/images/myratings/10.png)
8,1
28.624
Drama. Bélico
En el Japón medieval, el poderoso señor Hidetora decide abdicar y repartir sus dominios entre sus tres hijos. El menor considera que la idea es absurda y sólo servirá para causar problemas. Su padre, enfurecido, lo deshereda. Muy pronto descubrirá su error: la ambición hará que sus hijos mayores se enfrenten por el poder en una cruenta guerra. Se inspira en el drama de Shakespeare "El rey Lear". (FILMAFFINITY)
13 de febrero de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Ran" tiene muchas cosas que la hacen especial y la convierten en la mejor película que he visto hasta la fecha del maestro Kurosawa -admito que sólo he visto las consideradas esenciales, pero pondré pronto remedio a esta situación, sin dudarlo-. Tiene la potencia épica de "Los siete samurais" pero reflejada de un modo que resulta más atractivo para el gusto occidental; la calidad técnica de "Rashomon" pero con menos minimalismo, y la profundidad filosófica de ambas, pero sin caer en ningún momento en el sermoneo ni en la perorata soporífera a la que nos tienen acostumbrados la mayor parte de los directores occidentales cuando intentan ser mínimamente profundos.
Todo en "Ran" es deslumbrante, empezando por el póster mismo: las nubes de tormenta cerniéndose sobre un grupo de caballeros samurais que cabalgan a toda velocidad sobre las verdes llanuras niponas y, dominando, dos grandes letras de sangre todavía goteante. Casi podría decirse que es una fiel metáfora de la película misma, un paisaje subyugante y atronador, dominado por la ira y la tormenta. Y por la sangre. Porque "Ran" es, ante todo, una película sobre la violencia. Pero también sobre la ambición y el deseo de poder, que encierran a los protagonistas en una oscura urdimbre de desconfianza y de traición. Ambientada en un Japón feudal donde los señores luchan unos contra otros por motivos fútiles e incoherentes, la historia nos describe a la perfección un mundo dominado por la inestabilidad y el caos, un mundo en el que el poder y el dominio se mueven por motivos personales, naciendo, creciendo y desvaneciéndose con una facilidad pasmosa. Un mundo presidido exclusivamente por la rutina demente de la guerra y despojado, en definitiva, de toda razón y todo compromiso social, . De hecho, en toda la película el pueblo no aparece reflejado jamás. Sólo aparecen ellos, los señores que protagonizan esta historia de intrigas y luchas intestinas, inmersos en una claustrofóbica y degradante atmósfera de desconfianza que acaba por destruirlos. Y podríamos seguir así, sacándole jugo a la profundidad de esta obra maestra, pero es tarea ardua e ineficaz ante un trabajo tan lleno de matices.
Increíble también el aspecto técnico. Dominado por el minimalismo, no renuncia sin embargo al colorismo y al contraste entre éste y la opresiva atmósfera de guerra y barbarie. La fotografía es sencilla pero de gran elegancia. Explota la belleza casi esquemática del paisaje japonés como si elaborara una pintura de estilo "Suiboku" pero, al contrario que en las grandes superproducciones de Hollywood, no nos aburre con grandes escenas paisajísticas de relleno rodadas desde el helicóptero. La banda sonora, de tono épico como corresponde a esta clase de producciones, no está sin embargo presente más que en determinados pasajes de gran dramatismo o profundidad. Y queda perfecta así, sin que nos destroce los oídos la constante fanfarria típica de las superproducciones estadounidenses, por ejemplo. De hecho, se aprecia mucho más y tiene un uso mucho más poético y dramático. Las interpretaciones, llenas de exageración y expresionismo, se recrean en los silencios y en el lenguaje gestual. Por no hablar de las escenas de batalla, entre las mejores que he visto en mi vida, rodadas con estilo, con ritmo, con elegancia; y sin renunciar a la sangre y a la violencia, por si alguno siente la tentación de acusar a Kurosawa de cobarde o meapilas. Con un guión inspirado en "El Rey Lear", su narrativa es vibrante, y tras su aparente linealidad se esconde un bomba de tensiones y desconfianzas que, cuando explota en las deslumbrantes escenas centrales, arrebata el aliento de forma inevitable.
Todo en "Ran" es deslumbrante, empezando por el póster mismo: las nubes de tormenta cerniéndose sobre un grupo de caballeros samurais que cabalgan a toda velocidad sobre las verdes llanuras niponas y, dominando, dos grandes letras de sangre todavía goteante. Casi podría decirse que es una fiel metáfora de la película misma, un paisaje subyugante y atronador, dominado por la ira y la tormenta. Y por la sangre. Porque "Ran" es, ante todo, una película sobre la violencia. Pero también sobre la ambición y el deseo de poder, que encierran a los protagonistas en una oscura urdimbre de desconfianza y de traición. Ambientada en un Japón feudal donde los señores luchan unos contra otros por motivos fútiles e incoherentes, la historia nos describe a la perfección un mundo dominado por la inestabilidad y el caos, un mundo en el que el poder y el dominio se mueven por motivos personales, naciendo, creciendo y desvaneciéndose con una facilidad pasmosa. Un mundo presidido exclusivamente por la rutina demente de la guerra y despojado, en definitiva, de toda razón y todo compromiso social, . De hecho, en toda la película el pueblo no aparece reflejado jamás. Sólo aparecen ellos, los señores que protagonizan esta historia de intrigas y luchas intestinas, inmersos en una claustrofóbica y degradante atmósfera de desconfianza que acaba por destruirlos. Y podríamos seguir así, sacándole jugo a la profundidad de esta obra maestra, pero es tarea ardua e ineficaz ante un trabajo tan lleno de matices.
Increíble también el aspecto técnico. Dominado por el minimalismo, no renuncia sin embargo al colorismo y al contraste entre éste y la opresiva atmósfera de guerra y barbarie. La fotografía es sencilla pero de gran elegancia. Explota la belleza casi esquemática del paisaje japonés como si elaborara una pintura de estilo "Suiboku" pero, al contrario que en las grandes superproducciones de Hollywood, no nos aburre con grandes escenas paisajísticas de relleno rodadas desde el helicóptero. La banda sonora, de tono épico como corresponde a esta clase de producciones, no está sin embargo presente más que en determinados pasajes de gran dramatismo o profundidad. Y queda perfecta así, sin que nos destroce los oídos la constante fanfarria típica de las superproducciones estadounidenses, por ejemplo. De hecho, se aprecia mucho más y tiene un uso mucho más poético y dramático. Las interpretaciones, llenas de exageración y expresionismo, se recrean en los silencios y en el lenguaje gestual. Por no hablar de las escenas de batalla, entre las mejores que he visto en mi vida, rodadas con estilo, con ritmo, con elegancia; y sin renunciar a la sangre y a la violencia, por si alguno siente la tentación de acusar a Kurosawa de cobarde o meapilas. Con un guión inspirado en "El Rey Lear", su narrativa es vibrante, y tras su aparente linealidad se esconde un bomba de tensiones y desconfianzas que, cuando explota en las deslumbrantes escenas centrales, arrebata el aliento de forma inevitable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Al ver "Ran" me acuerdo, curiosamente, de esa gente que llena mi bandeja de correo de insultos y desaires cada vez que escribo una de mis ácidas y dolorosas críticas hacia alguna de las más exitosas superproducciones hollywoodienses de las últimas tres décadas. Y me acuerdo también de "Gladiator", de "Titanic", de "Pearl Harbor", de "Waterworld"; de toda esa basura épica, en definitiva, con la que los americanos llevan décadas atormentando la tradición artística occidental y obnubilando la débil y simple mente de las masas. Me acuerdo de ellos, y no puedo evitar el esbozar una ligera sonrisa de sarcasmo. Porque, sinceramente, creo que una cinta como "Ran" sería precisamente una de las que les pondría a gente -me niego a llamarles directores- como Ridley Scott, Michael Bay, Peter Jackson o James Cameron. Les obligaría a verla entera y luego sencillamente les diría: "¡Así! ¡Así es como se hace una película histórica! ¡Así es cómo se deslumbra al espectador con el uso de la épica!" Y sin efectos especiales ni 3D, sin grandes golpes de efecto ni estéticas de pladur, sin grandes romances de actores de moda ni puestas de sol; sin grandes discursos, ni héroes, ni villanos. Tan sólo guión, elegancia estética, equilibrio formal y buen hacer: es decir, CINE.