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Voto de dorian88:
10
8,3
6.148
Drama
A finales de la Época Heian en el siglo XII, el gobernador de un pueblo es enviado al exilio. A pesar de que su familia quiere ir con él, ninguno podrá acompañarle, pues, engañados por una vieja que se hace pasar por sacerdotisa, son vendidos como esclavos por separado: la madre por un lado y los hijos por otro. (FILMAFFINITY)
30 de junio de 2016
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Cuando uno cree que ya ha visto lo mejor del cine japonés, acude a los rankings de Filmaffinity en busca de alguna rareza, y de pronto aparece entre las películas niponas más votadas de todos los tiempos esta cinta desconocida en general para el gran público, de un director del que apenas ha oído hablar. Y... ¡Oh, sorpresa! Uno se encuentra con otra obra maestra indispensable, como no podía ser de otro modo. El caso es que el pueblo japonés, siendo como ha sido un pueblo guerrero, se caracteriza por una profunda sensibilidad estética que demuestran convirtiendo en arte todo lo que hacen: desde escribir hasta tomar el té, para los japoneses todo se debe hacer con una armonía, una belleza y una sensibilidad. Siendo así, no es de extrañar que en el cine sean los mejores. Y lo digo con todas las letras y sin miedo a equivocarme: los mejores. Y El intendente Sansho es sólo un ejemplo más... ¡y qué ejemplo!
Después de leer las críticas y las alabanzas que se han dicho sobre esta obra, decepcionan los primeros pasajes: lentos, sencillos, sin demasiadas pretensiones técnicas y con unos diálogos bastante planos. Luego te das cuenta de que esa primera parte está cargada de cotidianeidad y sencillez precisamente para contrastar de la manera más intensa con el durísimo y penoso desarrollo de la historia. Es la escena de las barcas la que marca ese punto de inflexión, y constituye un cambio sustancial de "tempo" y de tono. A partir de ese punto la historia se convierte en un dramón de primer nivel, que te atrapa por la potencia expresiva de las interpretaciones, la sutileza y precisión de la cámara, la belleza pictórica de la fotografía, y la solemnidad de unos diálogos de gran hermosura literaria. Lo tiene todo para ser un clásico memorable.
(sigue en spoiler)
Después de leer las críticas y las alabanzas que se han dicho sobre esta obra, decepcionan los primeros pasajes: lentos, sencillos, sin demasiadas pretensiones técnicas y con unos diálogos bastante planos. Luego te das cuenta de que esa primera parte está cargada de cotidianeidad y sencillez precisamente para contrastar de la manera más intensa con el durísimo y penoso desarrollo de la historia. Es la escena de las barcas la que marca ese punto de inflexión, y constituye un cambio sustancial de "tempo" y de tono. A partir de ese punto la historia se convierte en un dramón de primer nivel, que te atrapa por la potencia expresiva de las interpretaciones, la sutileza y precisión de la cámara, la belleza pictórica de la fotografía, y la solemnidad de unos diálogos de gran hermosura literaria. Lo tiene todo para ser un clásico memorable.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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(viene de arriba)
La película es muy dura, y este es un aviso para navegantes: si la vais a ver, preparad pañuelos porque en determinados pasajes vais a llorar a moco tendido. Y no porque la película sea de las que se regodean en el aspecto lacrimógeno del drama. De hecho, la cámara siempre nos sitúa en una posición de distancia. No hay primeros planos ni osadías excesivas en el manejo de la cámara. Pero la historia en sí, lo que les pasa a los personajes, las injusticias que sufren, el desarrollo de los acontecimientos, todo cuanto hay en ese guión es drama puro, sin medias tintas. Porque si hay un tema principal en El intendente Sansho, es la maldad, la crueldad innata del hombre. Lo dice uno de los protagonistas: "todos los hombres son crueles, porque en lo más profundo de su ser sólo piensan en sí mismos". Sansho representa toda esa maldad, apoyado en un sistema social y económico injusto, respaldado por los poderes que le dan carta blanca para practicar la esclavitud más atroz y la explotación más inhumana. En el universo de esta película, la vida humana no vale nada, y es constantemente pisoteada y destruida sin piedad ni remordimientos por parte de quienes ejercen el poder. Son mensajes, en fin, comunes a todos los pueblos y todas las épocas, algo que hace de El intendente Sansho una película de gran carga moral y filosófica.
En fin, podríamos pasarnos horas desgranando la cinta, porque desde luego tiene mucho jugo, y podríamos incluso compararla con otras historias que recuerdan en cierto modo a ésta, como Los Miserables o Ben-Hur, con las cuales guardan ciertas similitudes argumentales; pero mi intención con esta crítica no era tanto pararme a elogiar cada detalle como insistir en que la vean. Y quiero hacerlo encarecidamente, además, porque creo sinceramente que hablamos de una de las grandes obras maestras del cine universal, y la considero absolutamente imprescindible.
LO MEJOR: Si tengo que destacar una sola escena, la que más marca me ha dejado es la de la madre, lisiada y a duras penas sostenida sobre un bastón, llamando por sus hijos desde lo alto del acantilado azotado por el viento. Increíble, derroche total de maestría cinematográfica e interpretativa. El momento culminante de la película, junto con el solemne e intenso final.
LO PEOR: Es verdad que hay cierto maniqueísmo en el tratamiento de los personajes, pero no es menos verdad que Mizoguchi anuncia desde el principio su intención de tratar la historia como cuento tradicional que es, así que esa forma de dividir a los personajes en buenos y malos tiene su justificación. Además, según avanza el argumento, vemos que los protagonistas cambian su carácter, y se plantean dilemas morales que rompen esa sensación de estar ante una historia plana en el aspecto ético.
La película es muy dura, y este es un aviso para navegantes: si la vais a ver, preparad pañuelos porque en determinados pasajes vais a llorar a moco tendido. Y no porque la película sea de las que se regodean en el aspecto lacrimógeno del drama. De hecho, la cámara siempre nos sitúa en una posición de distancia. No hay primeros planos ni osadías excesivas en el manejo de la cámara. Pero la historia en sí, lo que les pasa a los personajes, las injusticias que sufren, el desarrollo de los acontecimientos, todo cuanto hay en ese guión es drama puro, sin medias tintas. Porque si hay un tema principal en El intendente Sansho, es la maldad, la crueldad innata del hombre. Lo dice uno de los protagonistas: "todos los hombres son crueles, porque en lo más profundo de su ser sólo piensan en sí mismos". Sansho representa toda esa maldad, apoyado en un sistema social y económico injusto, respaldado por los poderes que le dan carta blanca para practicar la esclavitud más atroz y la explotación más inhumana. En el universo de esta película, la vida humana no vale nada, y es constantemente pisoteada y destruida sin piedad ni remordimientos por parte de quienes ejercen el poder. Son mensajes, en fin, comunes a todos los pueblos y todas las épocas, algo que hace de El intendente Sansho una película de gran carga moral y filosófica.
En fin, podríamos pasarnos horas desgranando la cinta, porque desde luego tiene mucho jugo, y podríamos incluso compararla con otras historias que recuerdan en cierto modo a ésta, como Los Miserables o Ben-Hur, con las cuales guardan ciertas similitudes argumentales; pero mi intención con esta crítica no era tanto pararme a elogiar cada detalle como insistir en que la vean. Y quiero hacerlo encarecidamente, además, porque creo sinceramente que hablamos de una de las grandes obras maestras del cine universal, y la considero absolutamente imprescindible.
LO MEJOR: Si tengo que destacar una sola escena, la que más marca me ha dejado es la de la madre, lisiada y a duras penas sostenida sobre un bastón, llamando por sus hijos desde lo alto del acantilado azotado por el viento. Increíble, derroche total de maestría cinematográfica e interpretativa. El momento culminante de la película, junto con el solemne e intenso final.
LO PEOR: Es verdad que hay cierto maniqueísmo en el tratamiento de los personajes, pero no es menos verdad que Mizoguchi anuncia desde el principio su intención de tratar la historia como cuento tradicional que es, así que esa forma de dividir a los personajes en buenos y malos tiene su justificación. Además, según avanza el argumento, vemos que los protagonistas cambian su carácter, y se plantean dilemas morales que rompen esa sensación de estar ante una historia plana en el aspecto ético.