Amargo relato de otro descenso a los infiernos, el cine esta repleto de ellos, algunos se convierten en obras maestras y otros ni tan siquiera se dieron a conocer, este esta filmado con elegancia y buen gusto, de forma sutil, tal y como se hacían las cosas en los años treinta, y que bien se hacían a veces. Tantos años pasados, tantas técnicas nuevas, tantos efectos especiales, pero creo que nada hemos aprendido de cómo se debe contar una historia para que sea creíble, para que emocione, para que llegue al corazón.
Estoy hablando de la versión de Wellman del año 1937, no he visto aún la posterior de los años cincuenta firmada por Cukor, pero tiene que ser muy buena para superar a esta. Tampoco quiero afirmar que estamos ante una película perfecta, quizás no, aunque hay momentos en que lo parece, las interpretaciones son extraordinarias, con unos secundarios de lujo, la sensibilidad siempre está a flor de piel, se palpa la exquisitez, no hay nada burdo ni grosero, todo concuerda con armonia. El personaje de la abuela es una delicia, el carácter, la rotundidad con la que habla y el cariño que hay en sus palabras, es un autentico regalo.
Como puede destruirse una vida, como el cine puede devorar a sus estrellas, cuanto más alto se sube mas fuerte puedes caer, pero por encima de todo esta película nos muestra como se puede renunciar, como se puede sacrificar una persona, lo que se puede hacer por amor, y es hermoso comprobarlo, y es también como un canto a la esperanza en los sentimientos y lo que estos nos empujar a hacer. Seria una película casi perfecta, si no fuera que para mi entender le sobran seis o siete minutos, son los últimos y adquieren un tono sensiblero y destinados al gran publico, pero que sobran en la historia, aunque ello nos hubiera privado de la segunda aparición de la abuela. A pesar de esos minutos que no se han sabido cortar sigue siendo una gran película.