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Voto de Talamasca:
9
Intriga. Drama. Thriller. Romance Betty Elms (Naomi Watts), una joven aspirante a actriz, llega a Los Ángeles para convertirse en estrella de cine y se aloja en el apartamento de su tía. Allí conoce a la enigmática Rita (Laura Harring), una mujer que padece amnesia a causa de un accidente sufrido en Mulholland Drive. Las dos juntas deciden investigar quién es Rita y cómo llegó hasta allí. (FILMAFFINITY)
10 de junio de 2017
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda lo primero que llama la atención al viajero cinéfilo que se acerca Mulholland Dr. es su singular y particularísima estructura, un esqueleto narrativo que podría parecer al espectador ocasional o poco avezado fruto de una desnortada arbitrariedad cuando en realidad es todo lo contrario: la película de Lynch es un claro ejemplo de causalidad que no de casualidad ya desde su propio nombre, referencia directa a esa carretera que serpentea entre las colinas de Hollywood y Santa Mónica al pie del cartel que todos conocemos. Geográficamente hablando es, por tanto, la vía de entrada directa al país de los sueños cinéfilos (en Argentina se explicitó dicha referencia en su título – El camino de los sueños – arrasando la sutileza del original). Y sí, desde luego toca hablar de sueños en toda sus vertientes significativas, ésa que implica a los juegos de nuestra psique con los recuerdos apilados como cartas en un mazo pero también aquélla que apela a nuestras recónditas esperanzas, ésas que no nos atrevemos a confesar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.

Alguien podría mencionar a Carroll y su Alicia para negar la unicidad de la obra lynchiana y de esa estructura puramente onírica (en el sentido estricto de un término tan vulgarizado habitualmente) a la que hacemos referencia, pero con intenciones tan dispares no cabe tal comparación. Más que la sátira del país de las maravillas es el dolor del rechazo el que otorga el tono a la obra y el que equipara a Betty Elms/Diane Selwyn y al propio Lynch, ambos repudiados por ese mecanicismo hollywoodiense ajeno a cualquier tipo de conmoción que no sea masiva, fabricada en serie. Es aquí, en este preciso punto, donde llegamos al verdadero triunfo de Mulholland Dr. y es que, sobre esa estructura causal que articula el relato, lo que verdaderamente brilla en la película es su exacerbada capacidad para la emoción: uno admira a Lynch por su ingenio narrativo pero llora en el Club Silencio o con la masturbación más triste del mundo. Lo que sucede es que nuestro hombre, no lo olvidemos, posee ese extraño objeto que tan pocos atesoran, la codiciada llave azul que abre la caja de los sentimientos.
Talamasca
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