Quítenle el buen oficio de Aja y su delirante carnicería con aires de sátira política y miren con qué nos quedamos: sólo polvo y arena.

Si la primera distaba de ser una gran película, aunque al menos ofrecía un cierto atractivo en su desarrollo, el resultado de la que nos ocupa es peor y finalmente deficiente. Weisz no es capaz de imprimirle a su película algo más que sangre y un cuidado estilo visual (lo único que ha permanecido "fiel" a su predecesora), y conduce su historia a trompicones, con un ritmo ligeramente tedioso y carente de emoción alguna.

Ni siquiera la aparición de Craven en los créditos, figurando como co-guionista, logra darle cierta soltura y renombre a la película, que cae tocada de muerte por su propia carencia de vida más allá de los gritos y las vísceras, del polvo y la arena.

Una nadería ligeramente estilizada que quizá contente a los fans, pero tampoco estoy muy seguro de ello.