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Voto de Joan Ramirez:
2
Comedia. Fantástico. Romance Nueva versión en clave de comedia del cuento de Blancanieves, esta vez narrado desde el punto de vista de la malvada madrastra. Siete valerosos y rebeldes enanitos ayudarán a Blancanieves a reclamar sus derechos al trono que le pertenece por nacimiento y a conquistar al Príncipe con el que pretende casarse la temible Reina. (FILMAFFINITY)
30 de marzo de 2012
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta nueva versión de Blancanieves es un auténtico horror, y no lo digo en referencia al escaso grado de respeto por el original escrito o por la versión animada de Walt Disney, si no porque ella misma es un producto de mal gusto, un centrifugado de estilos y voluntades tan poco armónico, que ni encandila, ni divierte, ni entretiene, ni descubre… Y lo que es peor: ¡ni escandaliza, ni edifica!

Por tanto, me sumo a los que se han aferrado a la butaca del cine como han podido frente al aluvión lujuriante y lujurioso de este neobarroquismo chungo y pos-pos-posmoderno, regalo del siglo XXI y su gran coctelera incapaz de inventar nada. ¡Pero es que nada, eh!

Lo único salvable y un pelín prometedor es el prólogo de cine animado del principio, unos cinco minutos en el que algunos quizás vean la influencia del pintaparedes que fue Gustav Klimt, pero que a mí me ha evocado muchísimo más a la gran pintora que fue Remei Varo.

Reconozco, no obstante, que Julia Roberts es valiente y está graciosa haciendo de reina malvada, pero su personaje no avanza ni evoluciona con el metraje; de principio a fin se queda con los mismos tics de divinidad narcisista (que tanto he visto en la vida real…) sin dar el paso a la alambicada esencia de la maldad pura. Una lástima.

Y ya no cuento nada más que no sea explicar el título de ésta crítica. ¡Voy!

Barcelona se me ha aparecido al menos 5 veces mientras veía la película. En 1953 se encargó al más que interesante arquitecto F.J. Barba Corsini que diseñara 13 apartamentos en los desvanes de “La Pedrera”, el fantástico edificio de Antoni Gaudí. Hoy ya no existen, pero leí en una entrevista a uno de los antiguos inquilinos que realmente le sabía mal tener que subir a tender la ropa a la terraza del inmueble, que alberga un conjunto escultórico con más magia que toda la Isla de Pascua. Decía el entrevistado que realmente le dolía amarrar una cuerda a los “guerreros” de Gaudí para dejar secando al sol sus calzoncillos y sus sábanas. El casco de esos “guerreros” (en realidad, son chimeneas…) ha sido llevado, tal cual, por Eiko Ishiosa (q.e.p.d), la responsable del diseño de vestuario, a los guardianes de la Corte de la Madrastra en esta película.

O sea: del calzoncillo al bodrio: el círculo se cierra y mi amado arquitecto místico, el hombre que fue arrollado por un tranvía cuando iba a rezar con sólo un puñado de cacahuetes en el bolsillo, da un paso más hacia la gloria auténtica, que no hacia la beatificación que el Vaticano le racanea.

Las otras apariciones de BCN en la película: las columnas grabadas también del interior de La Pedrera; la claraboya del Palau de la Música de Domènech i Muntaner; la chimenea del piso Principal de la Casa Batlló, también de Gaudí, en la forma de varias puertas de palacio. Y… ¡cómo no, un enano haciendo de trilero!

Definitivamente, Ishioka y el amigo Tarsem estuvieron por aquí. Dios mío…¡estar en el mapa para esto!
Joan Ramirez
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