Fui al cine con la sana intención de poder meter mano con libertad a mi acompañanta. Había otra pareja con el mismo plan seguramente. La sala era pequeña y como de momento no contemplo el rollo swingers, se truncaron mis expectativas para gozo de mi actual pareja, que tiene una filia extraña por todo lo que es el mundo animal y verdaderamente quería ver la película. Yo soy de los que dan un 10 a priori a todas lo que ve, y luego restan. Ahí se fueron 4 puntazos. ¿Con eso se queda con el 6? Para nada, también se puede sumar, si bien la siguiente operación es, de nuevo, de resta. Nada más apagar las luces (pusieron el Blue Ray a pelo, sin trailers) te avisan, rollo "parental advisory", de que la narración corre a cargo de Blanca Portillo. A la hoguera otros 2 puntos. Cuando la oí hablar, otro al hoyo. El caso es que las imagenes están cuidadas y las tortugas caen bien, son seres entrañables y como en el cine aún no se puede oler lo que se ve, no producen arcadas. Con eso se ganaron 2 puntazos. El último, que cierra la nota, estrictamente objetiva, lo obtiene por el hecho de que la cinta se autocombustió, y a un cuarto de hora del final nos sugirieron que nos fueramos de la sala. Sin mojar, claro. Nunca me había pasado eso en un cine y me pareció curioso. Que es una película en la que no me sé el final de antemano (la centésima tortuga que filman, aunque te quieran hacer creer que es la misma todo el tiempo, va y pone huevos, no es spoiler porque no lo llegué a ver, simplemente lo imagino) y se lía. De todas formas, si alguien me dice que al final se come a la tortuga un caimán o que se vuelve gay le doy un 10.