¿Cómo se iba a permitir hoy en día que una película animase a los niños a dejar de "obsesionarse con estadísticas" y que "a veces hay que arriesgarse"? Inmediatamente surgirían voces críticas que acusarían a los guionistas de inconscientes y el Estado prohibiría la exhibición de la cinta por animar a los niños a ser irresponsables.

Se trata de un niño miedoso que está obsesionado con el peligro que acecha cualquier actividad. A través de una aventura en una biblioteca aprende que es mejor vivir con valor que esconderse y estar asustado. El mensaje principal no puede estar de más actualidad en un mundo en el que los padres ponen casco a sus hijos para que den una vuelta al jardín en bici con ruedines, y en el que la obsesión por la seguridad avanza imparable, absorbiendo cada vez más libertades. Los espectadores del siglo XXI ya no se identifican con los padres del protagonista, sino con el niño paranoico que no puede ir a la ferretería sin llevar chaleco reflectante.

La experiencia que le hará dejar atrás su miedo es la lectura, que en la película se describe como una aventura imaginaria de dibujos animados. Esta parte de la película es más floja y tiene menos sustancia que la parte con actores reales. A los niños les encantará, pero aburrirá a los adultos. Lo más importante es la moraleja: la ficción nos sirve de inspiración para ser valientes. El mensaje, potente y bien presentado hace que merezca la pena verla antes de que prohiban hacer saltos con la bici.