Corporate

Gigantescos monopolios y corporaciones, poderosas compañías multinacionales y también, cada vez más, medianas empresas, llevan incorporados en sus departamentos administrativos y de gestión, una división conocida como “Recursos Humanos” (RR.HH.). Supuestamente los equipos que manejan estas secciones se responsabilizan de seleccionar, contratar, organizar y optimizar el desempeño de sus trabajadores con la finalidad de aumentar la productividad y así alcanzar los objetivos de la empresa y redunde finalmente en mayores beneficios. Pero también -al menos en teoría- procurar que este “capital humano”, como figura en el argot, obtenga un mayor bienestar y pueda hacer compatibles el ocio con la vida laboral y familiar.
Pero, en demasiadas ocasiones, bajo este interminable catálogo de legítimas y comprensibles intenciones se esconde una sofisticada estrategia de presión cuya práctica deriva en ignominioso delito. Se trata de acorralar hasta la desesperación a determinados empleados que han dejado de ser útiles a la empresa. Se les hace la vida imposible o se les propone un nuevo puesto o traslado que, por sus condiciones personales o familiares, les es imposible aceptar de tal manera que el trabajador termina renunciando y la empresa se ahorra así el pago de una indenmización que muchas veces conlleva un alto coste económico.
El director francés Nicolas Silhol, debuta en el cine con “Corporate”, una estremecedora historia de ficción que tiene su fiel reflejo en el espejo de una sórdida realidad. Empresas como France Télecom, Foxconn o Orange, sólo por citar algunas, contabilizaron recientemente numerosos suicidios entre sus colaboradores originando un colosal escándalo y la consiguiente alarma social.
La seductora y carismática actriz Céline Sallette interpreta el papel de Emilie, jefa del departamento de RR.HH. de una quimérica multinacional de nombre Esen. Emilie, fría, hierática, calculadora y brillante profesional, llevará hasta sus últimas consecuencias las responsabilidades que le exige su cargo. Obedece ciegamente la tarea que la Dirección le ha encomendado hasta que la frágil resistencia de uno de sus empleados, esposo y padre de familia, se parte en mil pedazos para desembocar en la tragedia.
¿Hasta dónde hemos llegado? o, tal vez, ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo hemos sido capaces de convertir a nuestros semejantes en máquinas de trabajo, asépticas e impersonales, al servicio únicamente del apetito voraz de las grandes Compañías?
Silhol no responde a estas preguntas. Él sólo nos muestra la durísima realidad que nos ha tocado vivir, la despiadada alienación que desequilibra y desquicia la vida de millones de personas -no ya aquellas que ni siquiera disponen de un trabajo- en un mundo laboral cada vez más alejado de la ética y solidaridad humanas.

Emilio Castelló Barreneche