Historia de supervivencia, en clave de ciencia-ficción "hard", que gira obsesivamente en torno a la vertiente de aventura, de entre las muchas que podría ofrecer una premisa que (obviamente) podría haber sido mucho más compleja (y dramática), resultando así un producto (casi Disney) para todos los públicos.

El virtuosismo de Scott (que, como ya ha demostrado, se encuentra muy a gusto con el género), consigue que el pulso de lo que está contando no decaiga en ningún momento, forzando a olvidar lo que esto podría haber sido sin la condición de que también los papás, las mámas y los nenes fueran a verla.

Y así, sólo nos queda un esforzado Matt Damon concentrado en sus fatigas de Robinson marciano, rodeado por un silencioso paisaje tan hermoso como inquietante (sí; también Scott es consciente del poder de lo maravilloso), que no para de sugerirnos que, debajo de los cachivaches y del ingenio del personaje, no se esconde otra cosa que una moraleja de positivismo cotidiano, totalmente doméstico.

En resumen: entretenimiento que, poco a poco, se os irá olvidando.