Esta revisión del mayor clásico del cine de superhéroes se intenta despegar tanto de la obra de Richard Donner y Christopher Reeve que acaban dejando por el camino todo lo que a la de 1978 hizo grande: realismo, humor, química entre los personajes, banda sonora memorable y el cariño que le tienen toda una generación agradecida de amantes del cine.

Henry Cavill hace un Superman tan de acero que es inflexible a lo que a Reeve le hizo cándido y elegante. Parece haberse preocupado más por los métodos dudosos para, más que muscular, hinchar su cuerpo, que por crear un personaje creible. Amy Adams tiene menos gracia que un chiste sobre el cancer. Muestran una Metrópolis que no es Metrópolis, un Daily Planet que no es Daily Planet y unos personajes con tan poca personalidad que se olvidan tras cada cambio de plano. La película carece de trama y simplemente enlaza un decente prólogo en Kripton con una malgama de efectos especiales al final que acaban por comerse al aburrido monstruo. Por si fuera poco, cambian el orden histórico de la trama subyacente original y quitan del medio a Clark Kent, convirtiéndolo de personaje esencial a minúsculo guiño final.

Zack Snyder no ha dirigido una película, ha dirigido un producto con aire de documental, con tanta seriedad que nos hace plantenarnos si debemos seguir buscando diversión y emoción en el cine actual. Ha demostrado que 35 años no ha sido tiempo suficiente para imaginar cómo mejorar el filme original. Que le tomen el relevo o dejen al personaje tranquilo.

Gracias Christopher Reeve, sigues siendo el único quien nos hizo creer que un hombre podía volar. El único Superman.