A mí Tarantino me parece un gran director del que jamás me pierdo sus novedades. Es muy grande como director, manejando la cámara y gestionando la interpretación de los actores.

También valoro ese desprecio artístico por la corrección política y ese permanente recuerdo de la innata violencia que atesora el ser humano, tan olvidada ultimamente a través del analfabético buenismo y de la condena discriminada de determinadas agresividades, que son diabolizadas con saña hoy en día.

Pero, en todo caso, prefiero optar por el modelo del maestro, Sam Peckinpah. Y no tengo reparos en reafirmar que me molestan soberanamente los excesos y, en consecuencia, detesto la violencia gratuíta del gore radical, por mucha sutil comicidad o ironía con la que se le envuelva.

Dicho lo cual, voy a tratar de explicar las razones por las que la película no sobrepasa, ni por asomo, el notable justo.

Tarantino acostumbra a hacerse con la propiedad intelectual de unos guiones que, teniendo, sin duda, grandes momentos, no suelen ostentar la solidez de una buena historia que dure, al menos, 90 minutos. Es decir, es una gran director pero un mediocre guionista con genialidades, es verdad. El que nos ocupa parece hecho de retazos de algunas novelas de la gran Agatha Christie, tratando de averiguar quién es el malo, aderezado con esas ingeniosas ocurrencias de las que sólo él es capaz.

El ritmo del film es también desigual, con momentos hasta desesperantes que trata inutilmente de salvar con el siempre deleznable artilugio de la voz en off. Además, su exceso de metraje y sus artificial subdivisión en 8 partes no tapan la realidad de que tiene un prólogo aburrido y un epílogo de bestiales y cuasicómicos efectos especiales, homenajes a “Carrie” [1976], de Brian de Palma, incluídos.

La fotografía y la aplicación de Ultra 70mm Panavision resultan adecuados para las escenas exteriores pero obscurecen fatalmente todo lo que concierne a la filmación de interiores, tanto en la diligencia como en el salón, que sólo levanta cabeza cuando a Tarantino le da, sin argumentación alguna, por que se enciendan todas las velas habidas y por haber.

La banda sonora de Morricone es buena y creo que el octogenario maestro acierta al sorprender al director olvidando las partituras que elaboraba para Sergio Leone y acercándose más a las que utilizó para ‘Los Intocables de Eliot Ness’ [1987], también de Brian de Palma.

Como el propio Tarantino ha reconocido, su película es una obra de teatro tan formidablemente filmada que -al contrario de lo ocurrido con el reciente Macbeth [2015], de Justin Kurzel– ha logrado algo tan difícil como hacer cine del teatro, con la única excepción de no haberse despegado del lento ritmo de todo escenario y, en particular, donde más metraje se desarrolla: la posada.

La interpretación es espectacular y coral. A mi me han gustado, especialmente, Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Bruce Dern, Tim Roth y Zoë Bell.

Ah, y, si pueden, véanla en versión original.

De Tarantino siempre cabe esperar secuencias magistrales [7 sobre 10]

El quicio de la mancebía [EQM]

elquiciodelamancebia.wordpress.com/2016/01/17/los-odiosos-ocho-2015-de-quentin-tarantino