A ver, que las recreaciones en carne y hueso de los clásicos Disney son una mierda es algo que a día de hoy ya todos tenemos claro. Dicho esto, os planteo un par de impresiones personales.

La primera: Cuando era pequeño me parecía un tanto extraño que al príncipe le llevaran tropecientas tías de todo el reino para que él, mirando una por una, eligiera la que más buena estuviera para casarse con ella. Bueno, como era un príncipe podría hacerlo pensaba yo. Unos cuantos años después me di cuenta de que Disney, en realidad, estaba mostrando al mundo el primer tronista de la historia.

La segunda: El zapato de cristal de los cojones. Y aquí enlazo ya con esta película en concreto. Hay algo que nunca en la vida entenderé, y no me refiero a que cuando dan las 12 y se acaba el hechizo desaparece todo menos los zapatos (que también), me refiero al calzado en sí. Porque que algien me explique como coño hace un ser humano para caminar con unos zapatos de cristal. Es una forma de tortura. Lloras mientras rezas por no rompértelo a cada paso. Nada, son cosas de los dibujos animados me decía. Pero no, en este live action siguen con la historia de los zapatos de cristal, que además se rompen a la mínima cuando la protagonista no los calza.