Es una película de las que te hacen pensar cuando sales del cine y te llena de sensaciones cosa que el cine actual americano no lo tiene.
Déjame entrar hay que verla pausadamente, ya que el ritmo es lento pero cada una de las secuencias son antológicas. Muchos detalles y mucha sutileza en todas sus escenas.
El protagonista borda su papel y tiene mucha química con la chica. Quizás sea algo previsible en algunas escenas y alguna que otra escena chirría pero en líneas generales me cautivó.
La nieve, la ambientación de los años 80 y esa soledad que emana en cada parte de la película te hacen pensar que todo esta milimétricamente calculado.
En cuanto al mito del vampiro, pues aunque algo visto ya en numerosas cintas en este caso estamos ante un nuevo tipo de cine de vampiros, más realista.