Dicen que esta película es la adaptación de una serie de relatos que el estadounidense Alvin Schwartz publicó en 1981, 1984 y 1991. Pero resulta imposible que la porquería woke que André Øvredal nos sirve aquí fuese escrita por alguien en los años ochenta y primeros noventa. Por eso, aunque no conozco su obra, os informo que la presunta adaptación es un camelo absoluto en tanto que no existe en ninguno de sus tres libros personajes llamados Stella, Ramón o Sarah (Sarah sí hay uno, pero nada tiene que ver con el de aquí), ni se ambienta en 1968. ni alude a la Guerra de Vietnam, ni me temo que prácticamente a nada de lo que salió de la pluma del tal Schwartz.

Aclarado este importante punto, lo primero que llama la atención de "Historias de miedo para contar en la oscuridad" es su clara falta de originalidad. En realidad es un corte y pega que copia contextos, motivos e incluso escenas de muchas obras, por ejemplo, "It" (2017 y 2019), "Pesadilla en Elm Street" (en especial la de 1984 y la cuarta de 1988), "Destino Final" (2000-2011), "Stranger Things" (2016-) y, sobre todo por el ambiente, me ha recordado hasta a "American Graffiti" (1973). Sin embargo, a la que plagia con total descaro es a "The Ring" (1998), de hecho imita toda su arquitectura narrativa, su idea, su personaje clave y hasta su dinámica con un final muy semejante.

No obstante, "inspirarse" en toda una obra maestra del terror termina en una rotunda chapuza, quizá porque sus creadores están más atentos a la agenda progre inclusiva que al buen cine. La película es irritante y falsa por sus personajes marginales y maniqueos según los clichés racistas antiblancos, feministas e izquierdistas; amoral por su banalización del mal; peligrosa, porque alienta a actuar al contrario de como se debe; previsible, sabes quiénes son los malos y quién va o no a morir en cuanto salen; y sobre todo, ilógica, inexplicable y arbitraria. No sé qué quiere el monstruo, por qué mata a unos y a otros no. Diría que es porque también lucha contra el patriarcado.