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España España · Barcelona
Voto de Sémele:
7
Acción. Thriller Lydia, una joven de 16 años, es acusada de haber robado una fortuna a un cártel, pero en realidad es una trampa fraguada por su novio traficante. La chica tiene que escapar con el único aliado que tiene en el mundo: su padre, John Link, un eterno fracasado, antiguo motero rebelde y ex presidiario, que se verá en la obligación de vincularse nuevamente con un pasado del que huía para poder salvarla. (FILMAFFINITY)
10 de octubre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenido producto de serie B, un thriller de acción (recuerda al cine que se hacía en los años 80), al servicio de un recuperado Mel Gibson, tras su caída en (¿?) desgracia por una serie de comentarios antisemitas y ciertos comportamientos desagradables. En definitiva, no entiendo cómo algo que se hace en la vida privada (o pública) puede repercutir en la carrera de un actor. Pero Hollywood es así, vaya.

El caso es que esta película, filmada por Jean-François Richet, es un producto que, sin ser nada original y ofrecer en todo momento lo que promete, se inscribe en ese tipo de cine, prácticamente desaparecido salvo puntuales excepciones, de ex delincuentes, o ex convictos, caídos en desgracia, extraordinarios conductores o moteros para más señas, que un buen día, en contra de su voluntad, tienen que volver a la vida criminal y lo hacen con las mismas habilidades de antaño sólo que más quemados y con más mala hostia, si eso es posible.

Éste es el caso de John Link (Mel Gibson), con una gran barba canosa y con unos músculos acojonantes, que, tras cumplir condena en prisión, sobrevive en un desierto (reminiscencias de "Mad Max", tal vez), en una caravana atrotinada, haciendo tatuajes a otros perdedores como él. Su hija Lydia desapareció hace dos años. Cuando ésta vuelve a ponerse en contacto con él y le hace saber que tiene problemas graves, Link volverá a las andadas para proteger a su hija, cueste lo que cueste.

La excusa perfecta para que el bueno de Mel Gibson se mueva en su salsa, disparando y explosionando todo lo que pilla. La acción jamás decae, dando muestras el director de oficio, puesto que sin ser original, hace al espectador partícipe de esa huída necesaria de ambos protagonistas, ofreciendo pinceladas para que estemos permanentemente pegados ahí, interesados en lo que pasará a continuación. Los momentos de acción están filmados con un ritmo apabullante y contienen una tensión brutal (por ejemplo, la persecución en moto o el mismo final).

Estupenda la química entre Gibson y Erin Moriarty, padre e hija, gracias en buena medida a las buenas interpretaciones de ambos y a los diálogos, porque sin ser un alarde de ingenio, funcionan muy bien y provocan la risa o una sonrisa en varias ocasiones, a la par que emocionan en los momentos cumbres con su sencillez. La aportación de William H. Macy (y su química con Gibson) también es muy disfrutable. Diego Luna tiene un breve y anecdótico papel, cumpliendo, si se me permite la expresión, con el cliché del hispano malote tan visto.

En suma, es una entretenida cinta que nos trae al Mel Gibson "on fire".
Sémele
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