Ron Howard tiene una filmografía con pocos registros a la hora de filmar por una total capacidad para hacer normalmente un producto alejado de lo cinematográficamente transcendente.

Aún así, en los 80s estrenó una comedia bastante digna, "1,2,3... Splash", que en España TVE ha hecho posible que Tom Hanks y Darly Hannah sirvan de entretenimiento hasta para las generaciones, ojo, nacidas en los noventa. En la siguiente década otra película para la memoria (más para el público que para la crítica), "Apolo XIII". Y en la primera década del siglo, "Una mente maravillosa", la más extraña en su filmografía por su inusual solvencia en el cine que generó, la gran factura y el buen resultado global (aunque pecó por el academicismo para llevarse de calle a la Academia con sus premios). Casi consigue lo mismo a finales de década con "Frost/Nixon", otra rareza de cine bien hecho. Repartidos temporalmente, abundarán la aparentemente muy acertada conexión con el público y la desafortunada conexión con el séptimo arte ("Llamaradas", "Dulce hogar... !a veces!"," EdTv", "El código Da Vinci", "Ángeles y demonios", etc)

Nada más empezar esta década, objetivo conseguido a medias; ha vuelto a hacer otra película sin interés cinematográfico en sus formas (estilo de sota, caballo y rey, y recurrentes flash-backs que tienen una estética insultante). Pero conseguido a medias porque no será esa comedia que pase por la cartelera con aplastante éxito, seguramente hará una cifra digna en taquilla, pero dentro de unos meses te preguntarán si la has visto y contestarás; "Ah, sí, era esa de los cuernos y los coches eléctricos. Creo que la vi, no estaba mal".

Vince Vaughn, después de una mucho más interesante "Separados", sigue el camino de ser uno de los abanderados de la nueva comedia americana, pero con una película poco defendible, también por su guión. Por parte del resto, hablar de una normalmente estupenda Jennifer Connelly (aquí demasiado sonriente), que está dentro de un guión que la aparta de la trama en la parte central de la película y un montaje que se olvida de darle plano en la escena final que más o menos resuelve la trama (la reunión que su personaje organiza), es una pena perderse su reacción contemplativa. Y bueno, Ryder y James correctos dentro de unos personajes que ya vienen marcados por el extremismo, que en conjunto debería funcionar mejor y te deja con ganas de ver algo diferente.

Con ¡Qué dilema! añoré (demasiado) a aquellas películas, de los antiguos estudios de Hollywood, donde los guiones y la factura de la película dejaban brillar a los actores y directores, y tener la absoluta certeza de que a este ritmo se está muy lejos de apostar en ese dorado lugar, no de volver a hacer ese cine, si no de apostar por grandes producciones llevadas acabo más frecuentemente por equipos con voluntad de oficio.

Se puede disfrutar fugazmente de su banda sonora no original de rock indi, pero Spotify te da esa oportuniudad desde casa.