Las conversiones que se han hecho de videojuegos al mundo del cine se cuentan por fracasos: Mortal Kombat, Super Mario Bros, Doom, Hitman, Max Payne, BloodRayne, Tekken, The King of Fighters, Prince of Persia, Tomb Raider... la lista es larga, y desde que en 1994 se estrenara la primera de las dos Street Fighter que se han realizado, solo un par de estas adaptaciones se salvan de la mediocridad, la primera Resident Evil no está del todo mal, al igual que esta Silent Hill, que lejos de ser brillante me atrevería a decir que es la mejor película procedente del mundo de las consolas.

Uno de los factores diferenciadores respecto a todas esas otras producciones se encuentra en la elección de un director competente, recayendo el puesto en el galo Christophe Gans, realizador de carrera floja pero siempre atractivo en el apartado visual como lo demuestran las fallidas Crying Freeman y El Pacto de los Lobos. Para Silent Hill lleva a la pantalla un libreto de un guionista de pedigrí como es Roger Avary, recordado por colaborar en los guiones de Tarantino Reservoir Dogs y Pulp Fiction (por la que ganaron un Oscar). Por último, el cumplidor reparto con Radha Mitchell (El Fuego de la Venganza), Sean Bean (Juego de Tronos), Laurie Holden (The Walking Dead), Alice Krige (Sonámbulos), Deborah Kara Unger (Crash), Kim Coates (Black Hawk Derribado) y Jodelle Ferland.

Un matrimonio, los Da Silva (Mitchell & Bean), tienen una hija adoptada (Ferland) que por la noche se despierta y empieza a vagar por las calles gritando el nombre de un pueblo fantasma llamado Silent Hill, donde la madre decide llevarse a la cría (sin avisar a su esposo) para tratar de averiguar qué es lo que la atormenta. Allí, tras huir de una policía (Holden), tienen un accidente de tráfico, quedando la madre inconsciente. Cuando despierta la niña ha desaparecido, viéndose forzada a buscarla en un pueblo donde los demonios (y una secta) campan a sus anchas.

No soy consumidor habitual de videojuegos pero en su momento disfrute de las excelencias de un Silent Hill, en concreto el primero para Playstation, por lo que viendo la fidelidad con la que ha sido plasmado en pantalla, todo fan de la saga de la compañía Konami debería estar satisfecho del resultado: el guión recoge apuntes de varias partes del juego, Christophe Gans calca planos y hasta movimientos de cámara del mismo, y repite parte de la inquietante (aunque a veces poco cinematográfica) música de Akira Yamaoka. No obstante, no solo los fans del juego disfrutaran de Silent Hill, lo harán también todos aquellos que les guste un terror más adulto y sangriento, que bebe más de la literatura y cine de Clive Barker (Hellraiser) que del cine de género que se ha llevado esta última década (remakes de los 80, slashers o niñas despeinadas procedentes de Asia).

Merece destacarse igualmente el largometraje en apartados técnicos, desde la fotografía de Dan Laustsen (Mimic) y la atmósfera opresiva y malsana que ofrecen tanto las escenas luminosas, como aquellas que suceden a oscuras, aterradoras, adornan una dirección artística excelente (la creación del pueblo y cada uno de sus rincones) que junto al buen hacer de Gans hacen de Silent Hill una propuesta disfrutable.

Hay peros, durante la segunda parte de metraje la película acusa un guión de Roger Avary que se desvía de la trama principal y se vuelve lioso (desde la aparición de Krige y su secta), con algún flashback que trata de ser demasiado esclarecedor, logrando todo lo contrario, de paso alargando el film hasta unos 125 minutos que en su parte final pesan como una losa.

Seis años desde su realización, este 2012 tiene previsto el estreno Silent Hill: Revelation 3D, secuela que contará con el mismo reparto, pero no con el mismo director ni guionista, encargándose Michael J. Bassett (Deathwatch) de ambas labores. Espero que no destrocen el recuerdo de un original que lejos de ser notable, si quedó como modélico.