¿Os ha pasado alguna vez que vais a ver una película de la que todo el mundo habla bien y cuando la veis os lleváis una decepción? Pues eso no os va a pasar con No habrá paz para los malvados. Enrique Urbizu nos adentra en la luchar individual, personal e intransferible de un policía contra el mundo, de un tipo que no destaca por su simpatía, corrección, saber estar, profesionalidad... y cualquier elemento de la retahíla de virtudes que José Luis Moreno lanzaría en la presentación de un artista.

Con un tempo narrativo muy bien marcado y muy bien llevado por el director, la película vuelve a mostrarnos a un Coronado que se mete de manera brillante en la piel de este policía despreciable que de despreciable que es, te cae simpático. Es notable el hecho de que la historia resulta creíble, no se aprecian grandes "pegotes" ni escenas en las que uno pueda pensar: "sí, hombre, no tiene rollo". Como es lógico, nada es perfecto y hay alguna que otra licencia pegotera (lo que los expertos llaman licencia narrativa).

Otro gran acierto se encuentra en la manera sutil en la que se explican los acontecimientos. A ver si de una vez por todas nos enteramos de que no es necesario que todas las películas se cierren y se expliquen al completo. Es muy bueno hacer como en esta obra, que se desvelan muchos elementos que ayudan a entender la trama pero no se cae en el error de explicarlo todo para que hasta los más torpes nos enteremos del más mínimo detalle.

El mensaje del largometraje es que el fin justifica los medios. Los malvados deben pagar por lo que hacen, independientemente del buen o mal hacer de los agentes de la ley. Por cierto, excelente elección la del título de la película. Otro acierto.