El uso de la metáfora y el simbolismo enfatizan una de las grandes virtudes del cine, que es la de convertir la realidad en algo fantástico.
El gran pez es un ejemplo de lo anterior. Esta película aborda la emotividad por el manejo de las relaciones humanas, además de la ficción fusionada con la realidad que se narran a través de una línea anacrónica que juega con el manejo del tiempo pero que no confunde al espectador.
En general, es una obra divertida y a la vez profunda en cuanto a los sentimientos y emociones de sus personajes, que atrapan desde su inicio hasta el final la atención de quien la aprecia, afirmando así la asombrosa capacidad imaginativa y genial de tan afamado director.