Innecesaria secuela de un título de culto de terror de finales de los ochenta. En esta continuación se limitan a repetir lo mismo que en la primera pero con más efectos especiales, muy cutres por cierto. Resulta incomprensible que los efectos de maquillaje sean tan mediocres teniendo en cuenta que están creados por Bob Keen, el responsable de los de Hellraiser. Si en aquella película el maquillador se lucía en ésta incomprensiblemente realiza una chapuza.

Está dirigida por Anthony Hickox, un director acostumbrado a dirigir secuelas de producciones de terror de serie b. La originalidad y el efecto sorpresa de la primera parte desaparecen en esta pobre secuela que vuelve a contar con Julian Sands como protagonista. Un actor con gran presencia física que vuelve a estar a la altura de las circunstancias.