Lo único potable de esta quinta entrega de la saga Halloween es la interpretación de la joven Danielle Harris, que se pasa toda la película angustiada ante el contumaz acoso de su tío psicópata Michael Myers con el que establece una especie de relación psicopática. El resto es lo mismo de siempre contado sin ninguna gracia. Un disparate sin pies ni cabeza reiterativo hasta la náusea, que certifica el agotamiento de la fórmula del género slasher a finales de los ochenta. Donald Pleasence vuelve a protagonizar este nuevo capítulo que todavía tendría una secuela más a mediados de la siguiente década, de nuevo con Pleasence como protagonista poco antes de morir, y que supuso el final de la saga hasta su reinicio a finales de los noventa.