Aunque se trate de una obra menor dentro de la filmografía de Anthony Mann, esto no quiere decir que sea una mala película. Nos encontramos ante un sólido western protagonizado por el inmortal Gary Cooper en el final de su carrera.

El argumento es el de un ex-bandido que después de rehacer su vida como una persona decente, vuelve a encontrarse con sus antiguos compañeros de fatigas unos años después, cuando el tren en el que viaja es asaltado y acaba capturado junto con otros dos rehenes.

Gary Cooper siempre ha interpretado a tipos valientes y honrados y este no podía ser diferente. La idea de tener que enfrentarse con su tormentoso pasado y acabar con sus "amigos" para librarse definitivamente de ellos, es la cuenta que nuestro héroe tiene pendiente. De todo el grupo él es el único que tiene el suficiente valor, inteligencia y sensatez para abandonar su vida de asesino y ladrón de bancos porque a pesar de haber sido educado por un bestia y repulsivo Lee J. Cobb, en el fondo y como no podía ser de otra manera, Cooper es una buena persona.