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España España · Madrid
Voto de jokinr:
5
Bélico. Drama Autobiografía del marine SEAL Chris Kyle, un tejano que batió el récord de muertes como francotirador del ejército norteamericano. Kyle fue enviado a Irak con la misión de proteger a sus compañeros. Su puntería y precisión milimétrica salvó incontables vidas en el campo de batalla, por lo que se ganó el apodo de “Leyenda”, pero la noticia de sus hazañas llegó hasta las filas enemigas. Se puso precio a su cabeza y se convirtió en ... [+]
10 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clint Eastwood nunca ha escondido su perfil conservador y proimperialista en sus películas. Siempre ha defendido el papel que los EE.UU. de América se han arrogado de policía del mundo, vigilantes violentos de sus propios intereses. No de otra cosa están tratando parábolas como “Sin perdón” o “Mystic River” o relatos tan transparentes como “El sargento de hierro” o este “El francotirador”, donde cualquier atisbo de crítica hacia esa función policiaco-imperial brilla por su ausencia. Todo lo contrario. Como ocurre casi siempre, la imagen que se proyecta a sí mismo todo policía de inteligencia media es de una inmaculada y bienintencionada imperfección, siempre al servicio del “bien” que él cree representar; mentalidad que, por supuesto, parte de una concepción maniquea de la relaciones sociales, en la que sólo cabe la existencia del bien y del mal, y en la que por supuesto los mejores miembros de esa sociedad resultan ser los defensores del bien, es decir, la policía, el ejército y organismos similares y/o adjuntos. Por ello el héroe de esta historia, un señor cuyo mérito está en haber matado a decenas de personas, dice, sin que se le caigan los palos del sombrajo, que EE.UU. es el mejor país del mundo. Como el señor Eastwood hace tiempo está empeñado en dirigirse de una forma un tanto más compleja a su destinatario medio, para así parecer que su discurso no es tan simplista como sus críticos señalan, fiel representante de la propaganda imperial, divide el mundo no en dos, sino en tres: las ovejas, los lobos y los perros pastores. Evidentemente este esquema se reduce al otro, al de los buenos y los malos, sólo que da licencia a los perros, a parte del “bien”, a convertirse, cuando se trata de salvar a los mansos, en lobos, es decir, a convertirse en “mal”, justificando así cualquier tropelía de los agentes policiacos, como por ejemplo atravesar a un niño con una bala del calibre quinientos. Con esta base ideológica, tan simple, vieja y eficaz, Eastwood y la práctica totalidad del cine de Hollywood, han logrado contribuir con cierto éxito a controlar ideológicamente a buena parte de la población occidental para que justifique mansamente los crímenes imperialistas. Este “Francotirador” es otro ladrillito más en ese muro “doctrinal” que defiende que EE.UU. es lo mejor que le ha pasado a la Humanidad en muchos años y que sus enemigos son simplemente basura humana. Eastwood, como buen imperialista, se olvida sin embargo que su amado país se convirtió hace muchas décadas en la máquina de matar seres humanos más perfecta después de la Alemania de Hitler, una máquina capaz, por ejemplo, de asesinar a 200.000 personas (hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos…) en tan solo tres días (Japón, agosto de 1945; Truman “fecit”), o a dos millones de personas (hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos…) en apenas diez años (Vietnam).
Por otra parte, como aparato cinematográfico esta película no vale gran cosa; salvo alguna escena aislada que no logra levantar un filme que no pasa de ser mediocre dentro de la filmografía del viejo Clint. Ni siquiera el protagonista despierta mucho interés, ni aun cuando empiezan sus “ausencias” mentales. De hecho, uno llega a la conclusión de que provoca mucho más atracción el último personaje que aparece en la trama, cuya función no desvelaré para no destripar el desenlace, a pesar de que no lo vemos más que unos pocos segundos en pantalla.
jokinr
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