Pasando por alto las comparaciones con otras películas, hay que decir que "Soy el número cuatro" es una deficiente historia acerca de un grupo de alienígenas que habitan nuestro planeta encarnados en modelos "teen" de la última hornada. La presentación de la trama es horrible, brilla por el enorme desorden a medida que se va contando. Porque el protagonista tiene poderes, no se sabe muy bien cuáles ni por qué los tiene, pero es superpoderoso. Van saltando de un dato a otro sin ningún atisbo de empatía con el espectador.

Por otro lado, las escenas dramáticas son de risa, sencillamente. La muerte del padre que no era el padre es la mejor muestra: junto a las vías del tren, Timothy Olyphant parece dar gracias de salirse de este despropósito. O la despedida final, quizá dejando una puerta abierta a una segunda parte, donde su rival se ablanda y le ayuda y en donde su enamorada presencia con cara de no enterarse de nada cómo la abandona.

El gran circo "teen" ya tiene otra obra que colocar en su videoteca particular y, como dije antes, presiento que volverán más números a copar nuestras pantallas. Porque si son nueve y conocemos a dos de los que están vivos, nos quedan cuatro con los que poder superar estas críticas.