Como toda la filmografía de Gastón Duprat y Mariano Cohn (“El ciudadano ilustre”, “El hombre de al lado”), “Competencia oficial” es una comedia divertida que practica un ácido humor negro y un concepto cargado de misantropía imprescindible a la hora de describir el mayor error que haya cometido la naturaleza: el ser humano. Y, sin embargo, al final todas ellas, que utilizan los materiales que adoro, no me acaban de entusiasmar nunca, quizás porque resulten finalmente más epidérmicas de lo que pudieren parecer a primera vista.

“Competencia oficial” es un sano ejercicio esperpéntico del cine riéndose de sí mismo y su ego desmedido. Y funciona, y te regala un rato entretenido e incluso alguna que otra carcajada, pero este ajuste de cuentas de la dupla de cineastas argentinos no le llega ni al tobillo a un tal Woody Allen que hizo algo similar en su estratosférica “Un final made in Hollywood”, con muchísimo más acierto corrosivo e infinita más mala leche contra la industria del cine. Woody Allen tenían más cuentas pendientes que estos cineastas argentinos y bastante más ingenio.

Pero tampoco quiero pretender decir que “Competencia oficial” no sea una buena película, que lo es, y que no sea salvaje y divertida, que lo es. Esta historia de un rico que quiere ser recordado por las próximas generaciones por haber producido la mejor película de la historia del cine no deja títere con cabeza. Para ello, utiliza su todopoderoso dinero para comprar los derechos de una gran novela, contratar a la más prestigiosa directora pedante y festivalera del momento (insuperable y divertidísima Penélope Cruz), al gran clásico actor contracorriente y minoritario, más del prestigio de las tablas que del cine de masas (fantástico Óscar Martínez), y a la estrella de moda en Hollywood por el que suspiran todas las adolescentes, el actor que lo gana todo y lo enamora todo (insuperable Antonio Banderas, cuya parodia es lo mejor de la función de lejos). No puedo dejar de subrayar la pequeña participación de Irene Escolar, la cual da lugar a una de las escenas más divertidas del film.

Quizás peque esta película de un cierto exceso de metraje y de cierta carencia de síntesis, pero los distintos momentos cómicos lo piden para entender la magnitud de la guerra de egos desatada hasta el surrealismo más absoluto. Pero, sin duda, su elenco actoral está muy por encima del resto de elementos que componen esta cinta.