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Voto de Sergio Berbel:
9
Romance. Drama Bastien, un adolescente parisino de 13 años, pasa las vacaciones con su familia en una cabaña junto a un lago de Quebec. Allí se encontrará con Chloé, una chica de 16 años de quien se enamora. A pesar de la diferencia de edad y los miedos de Bastien al ser ella mayor que él, ambos desarrollarán un vínculo especial. Bastien tendrá que enfrentarse a sus temores para conseguir un lugar en el corazón de Chloé, mientras exploran su ... [+]
11 de mayo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La jovencísima cineasta canadiense Charlotte Le Bon logra tocarnos la fibra sensible con su sutil y exquisita “Falcon Lake”, la narración de la experiencia estival iniciática de un chaval de 12 años que, por las circunstancias de la casa en la que va a pasar el verano a la orilla de un perturbador lago cargado de leyendas de ahogados y apariciones, inicia una relación de amistad y descubrimiento sexual con una adolescente de 16 años.

Pero lo más interesante de la propuesta es la forma susurrada, onírica, casi de realismo mágico, de ese despertar de los sentidos de alguien que ya está dejando de ser niño pero que todavía no alcanza los parámetros propios de la adolescencia. Mientras tanto, los adultos aparecen totalmente desdibujados, apenas un borrón sin definir en el film, porque sus cuitas no nos importan, estamos centrados en esos dos fantásticos personajes que están impulsando por primera vez sus barreras vitales.

El guión de la propia Charlotte Le Bon, adaptando una novela gráfica de Bastien Vives, funciona a la perfección, tomándose su tiempo sabiamente para ir desarrollando la relación entre ambos jóvenes con escenas bellísimas como la de la ducha, de una sensibilidad apabullante, que se sostiene especialmente sobre el excelso trabajo interpretativo de sus dos jóvenes protagonistas, Joseph Engel y Sara Montpetit, ambos ciertamente brillantes en su contención medida.

Para crear una atmósfera casi de cuento resulta importante la dirección de fotografía de Kristof Brandl y la fantasmagórica música de Shida Shahabi.
Sergio Berbel
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