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España España · Abroad (de momento)
Voto de Shinboneniná:
6
Thriller Anna (Naomi Watts), su marido George (Tim Roth) y su hijo de diez años (Devon Gearhart) se van a descansar a su residencia de vacaciones situada al lado de un lago. Nada más llegar, aparecen dos jóvenes (Michael Pitt y Brady Corbet) aparentemente muy educados que dicen ser amigos de los vecinos y que les piden unos huevos. Remake norteamericano (casi una copia) de la película homónima de Haneke, de 1997. (FILMAFFINITY)
7 de julio de 2008
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Haneke es un tipo retorcido, no cabe duda. Desconocía su obra, aunque tenía referencias de su controvertida filmografía. Después de ver la versión americana de su “Funny Games” no he podido evitar tirar de Red para tratar de confirmar algunas cosas que he intuido en su película. No es que sea yo muy freudiano, pero supongo que el hecho de ser hijo de una católica y un protestante, ambos ligados al turbulento mundo de la creación artística, tienen que marcar a cualquier hijo de vecino. Si a ello le sumamos el coqueteo del chiquitín con la sicología y la filosofía y le damos un toque final de desmedido afán de protagonismo, nos encontramos con la perfecta definición de “enfant terrible”. Esto viene a ser en román paladín un tocapelotas con ganas de dar que hablar, y talento para lograrlo. El director austriaco es cualquier cosa menos tonto. Además, se le nota obsesivo y provocador. Pero le pierde la soberbia y la pretenciosidad; no se corta a la hora de auto versionarse.
Me parece un misántropo que expresa su sociopatía a través de unos personajes que encarnan la quintaesencia de la hijoputez. Y de paso, juega con los sentimientos del público (al que creo que también desprecia) apelando, por un lado, a los más bajos instintos, y por otro, planteando cuestiones casi metafísicas acerca de la realidad y la ficción, el bien y el mal, la familia o la propia esencia de la violencia. Por momentos, la película se me antoja la creación de un auténtico enfermo, como si Haneke disfrutara cual verdadero psicópata haciendo este tipo de películas. Le encanta hacer sufrir a sus personajes, someterlos a una agónica incertidumbre, y de paso putear a la concurrencia. Tampoco se le ve mucha querencia por niños y mascotas. Se permite el lujo de plantear como un macabro juego lo que no es más que una repugnante apología de la violencia más gratuita. Seguramente la versión original austriaca sea más auténtica e intensa, pero en ningún caso creo que se pueda hablar de mala película, porque el director busca remover la conciencia del público y a fe que lo consigue. El hecho de que en la valoración de la película haya posicionamientos tan enfrentados es la prueba más evidente de que Haneke no deja indiferente. Aunque la obra pueda aborrecerse, no es, en absoluto, desdeñable. Es obscena y pornográfica en el sentido más literal de la expresión. No obstante, creo que revestir la historia de un pérfido carácter lúdico acaba volviéndose en su contra, porque algunos espectadores se sienten ofendidos al tener la sensación de que, realmente, están jugando con ellos; además, la carga dramática de la violencia anterior queda difuminada. Jugar a ser Dios tiene estas cosas.
Shinboneniná
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