A menudo se utiliza la expresión “documento histórico” bastante a la ligera; en esta ocasión resulta difícil encontrar otro término más apropiado para este impactante documental propagandístico que ensalza las glorias y los logros del movimiento nazi durante sus primeros meses en el poder. Ideológicamente deplorable, pero visualmente fascinante, sigue impresionando ver desfilar a decenas de miles de uniformes, brazo en alto, y a toda una ciudad vitoreando enloquecida el paso de su Führer. Una ciudad y una nación que por aquel entonces era la más culta de Europa.
Resulta chocante oír hablar de paz a uno de los grandes carniceros de la historia, aunque a mediados de los años treinta, el tío Adolf levantaba admiración no sólo en Alemania; ahí están las hemerotecas y los libros de historia para constatarlo. Muchos afirman que la ideología nazi era sumamente retrógrada, que exaltaba valores trasnochados de la mitología medieval y de las sagas nórdicas, pero sólo con echar una ojeada a este documental, nos damos cuenta de que su concepción escenográfica y el conocimiento de los mecanismos de la persuasión son tan modernos y revolucionarios, que las imágenes rodadas por la Riefenstahl emanan una sola palabra: PODER. Cualquier intento de recrear esta sensación en multitud de películas acerca del nazismo o de cualquiera otra forma de totalitarismo, real o ficticio, no le llegan a este documental ni a la suela de la bota. Lo triste es que el nazismo existió y se llevó la vida de millones por delante.