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Voto de Taylor:
6
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Drama. Ciencia ficción
Un holocausto nuclear ha aniquilado casi por completo a los seres humanos, excepto a un grupo de personas que viven en Australia. Dwight Towers (Gregory Peck) es el comandante de un submarino cuya misión consiste en buscar a los supervivientes. Mientras tanto, la nube radioactiva que ya ha destruido el hemisferio norte, se va acercando al último enclave humano.
3 de enero de 2008
33 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
“On the beach” es lenta, agónica, desoladora. A ratos, surrealista incluso. La humanidad está en vías de extinción a causa de una hecatombe nuclear y los protagonistas de la peli se comportan con una sobriedad y circunspección encomiables. Insólito. Salvo puntuales brotes de desesperación, parece como si la humanidad entera acatara con resignación y comedimiento franciscano su tremebunda autodestrucción.
Gregory Peck resulta, en ese sentido, paradigmático. Su rectitud e integridad no tan sólo me chocan por inconcebibles sino que, por si fuera poco, reducen la carga dramática del film inculcándonos un comportamiento ejemplar del todo anormal e inverosímil. Quizás por esta sencilla razón me ofrecen mayor credibilidad Julian (Fred Astaire) y Moira (Ava Gardner). Adictos a la botella, exteriorizan con mayor naturalidad su amargo lastre vital y son capaces de desinhibirse como haría cualquier hijo de vecino en circunstancias similares. Ava, además, está espléndida. El magnetismo y la sinuosidad de sus vertiginosas curvas la hacen acreedora indiscutible de aquella célebre coletilla que la definía como “el animal más bello del mundo”.
No siendo la octava maravilla, la peli es, por lo menos, correcta e interesante. Kramer resuelve la papeleta en el último tercio del film, donde la compostura marcial deja paso a un sentimiento global poético o emotivo mucho más acorde para narrar con cierta coherencia el inexorable ocaso de la especie humana. Todo ello amenizado por un implacable “Waltzing Matilda” que se convierte en la machacona banda sonora de la película reivindicando, además, la identidad nacional del último reducto habitable del planeta.
¿Mis tres últimos deseos?. Conducir un Ferrari, calzarme a Ava... y sobrevivir!!!
Gregory Peck resulta, en ese sentido, paradigmático. Su rectitud e integridad no tan sólo me chocan por inconcebibles sino que, por si fuera poco, reducen la carga dramática del film inculcándonos un comportamiento ejemplar del todo anormal e inverosímil. Quizás por esta sencilla razón me ofrecen mayor credibilidad Julian (Fred Astaire) y Moira (Ava Gardner). Adictos a la botella, exteriorizan con mayor naturalidad su amargo lastre vital y son capaces de desinhibirse como haría cualquier hijo de vecino en circunstancias similares. Ava, además, está espléndida. El magnetismo y la sinuosidad de sus vertiginosas curvas la hacen acreedora indiscutible de aquella célebre coletilla que la definía como “el animal más bello del mundo”.
No siendo la octava maravilla, la peli es, por lo menos, correcta e interesante. Kramer resuelve la papeleta en el último tercio del film, donde la compostura marcial deja paso a un sentimiento global poético o emotivo mucho más acorde para narrar con cierta coherencia el inexorable ocaso de la especie humana. Todo ello amenizado por un implacable “Waltzing Matilda” que se convierte en la machacona banda sonora de la película reivindicando, además, la identidad nacional del último reducto habitable del planeta.
¿Mis tres últimos deseos?. Conducir un Ferrari, calzarme a Ava... y sobrevivir!!!