Agarrémonos los machos. Dios ha perdido otra vez la fe en la humanidad (hay que reconocer que bastante paciencia ha tenido el hombre) y ha decidido exterminarnos y hacer un reboot con el mundo, para lo que manda a su mejor arcángel justiciero a decir “hasta aquí hemos llegado, copón”. Por suerte para nosotros, dicho arcángel tiene más sensibilidad (o peor gusto) y se pone de nuestro lado, aunque para eso tenga que enfrentarse a sus antiguos colegas.

Dejando a un lado el debate los aspectos positivos y negativos de resetear el mundo, quiero pensar que con una raza en la que una serie como “Aida” tenga cabida, la forma elegida para el armaggedon está poco trabajada: Dios transforma a los humanos mentalmente más débiles en zombies-vampiros para matar a los mentalmente más fuertes que no se dejan poseer (no me digáis que no es rocambolesco, incluso para alguien que ha creado a Pozí, Arlequín, Carmen de Mairena, Kiko Hernández…), pero a pesar de todo “Legión” resulta entretenida de puro absurdo: ángeles armados con recortadas, viejas poseídas, duelos de arcángeles… pero como suele pasar en estos casos, tanto petardeo sin un entramado para los fuegos artificiales o una traca final que le de sentido termina decepcionando. A todos nos gustan los tiros y las peleas, pero si no hay un sostén argumental más allá de una idea curiosa o un final grandioso, la película sabe a nada… y eso es “Legión”: prometer hasta meter (Legión promete mucho al inicio con su puesta en escena) y una vez metido, olvidar lo prometido (la película va claramente de más a menos hasta un final de muy poco octanaje).

El milenarismo y el apocalipisis que predicaba Fernando Arrabal en su memorable bolinga con Sánchez Dragó tendrá que esperar, al menos cinematográficamente. No hay nada fuera de los tiroteos: ni diálogos memorables, ni moraleja, ni nada… ni siquiera saca partido de Dennis Quaid (que doblado con voz de Karl Winslow/Martin Lawrence es menos Dennis Quaid) ni de la guapísima e infravalorada Kate Walsh. Regularcilla, tirando a mala.