Cada una de las cinco historias de "Noche en la tierra" cuenta con algún detalle especial, y lo bonito es que cada espectador se queda con algo diferente. Para mi lo mejor ha sido:

1) Gena Rowlands en Los Ángeles.
2) La conexión entre dos personajes tan diferentes como los de Nueva York.
3) La manera tan inteligente de abordar el racismo en París.
4) El incontenible Roberto Benigni de Roma.
5) Como le da la vuelta a la tortilla el taxista de Helsinki, aunque es el episodio que menos me ha gustado. Yo lo sustituiría por uno en España en el que el cliente y el conductor discuten por el precio, porque a mí el otro día me cobraron más de 10 euros por un trayecto de 5 minutos.

Así, entre anécdota y anécdota de aparente ligereza y naturalidad, Jim Jarmusch coloca una de las piedras angulares de la narrativa cinematográfica postmoderna; esa por la que se llevaron casi toda la gloria Robert Altman y Quentin Tarantino a partir del año siguiente y de la que también bebe otro maestro casi desconocido: el argentino Carlos Sorín. Claro, que reconocerle los méritos a una comedia no está bien visto...