Hace tiempo que Nicolas Cage dejó de ser un actor interesante, si es que alguna vez fue algo más que el sobrino de Coppola, Oscar incluido, pero sus películas son cada vez más malas y más divertidas, y su colección de pelucones obra siempre el milagro de empujarme a ver su nuevo engendro.
En el caso que nos ocupa, Paco Cabezas se tira de cabeza a la piscina con esta violentísima nueva entrega del subgénero "rusos malvadísimos", que me depara inagotables alegrías. En Tokarev (nombre de la pistola clave en la intriga), Cage es un respetable hombre de negocios, de pasado oscuro, tan oscuro que le secuestran a la hija, y no sólo eso, sino que la matan. Los rusos son así, ya se sabe. Eso le saca de sus casillas, evidentemente, y con ayuda de un par de amigos se pone a matar a troche y moche, pero resulta que hay un equívoco en el meollo del asunto, lo cual le costará más caro de lo que imaginaba. Sí, es un film descerebrado y salido de madre, pero va bien para aliviar la adrenalina y no pensar, por ejemplo, en la que están liando el gordinflón coreano y el deficiente mental neoyorkino. Cabezas demuestra que se ha integrado a la perfección en el cine USA del pimpampum, como otros colegas y compatriotas, y entrega un desmesurado carnaval de tiroteos, asesinatos y barrabasadas varias.
Sólo apta para momentos de desmadre, con una caja de cervezas a mano.