La mayoría de remakes, secuelas, precuelas, etc., son absolutamente prescindibles e innecesarios, salvo las honrosas excepciones que, muy de vez en cuando, sirven para redefinir e incluso sacar punta al original. Esta Noche de Halloween, que viene a celebrar el 40 aniversario de la saga, no aporta nada, pero se convierte en un adecuado calco de la obra maestra de John Carpenter con algunos elementos originales. Una digresión, no obstante: ya celebramos el 20 aniversario, una bazofia de Steve Miner que sólo consiguió hacernos añorar la primera. Tiemblo sólo de pensar en qué pasará si alguien se empeña en rodar algo así como La noche de Halloween: 60 años después. Para empezar, no sé si estaré bien de la vista para entonces, y para continuar, imagino a un Michael Myers horrorosamente envejecido, a bordo de un dron en forma de silla de ruedas voladora, rebanando pescuezos alegremente mientras suena la cabalgata de las valkirias. A saber...
La obra de David Gordon Green, de quien sólo he tenido el gusto de ver Señor Manglehorn, se aferra con aplicación a los estilemas de La noche de Halloween original, hasta convertirse en una especie de remake: hay otro sabio loco en sustitución de Loomis, el doctor Sartain, aunque éste presenta una demencia mucho más acentuada. Los adolescentes siguen siendo tan imbéciles como hace cuarenta años, y se entocinan en cometer los mismos errores; Laurie es todavía la víctima favorita de Michael, de modo que todo gira a su alrededor, pese a estar acompañada de su hija y su nieta; y Myers es la esencia del mal, el mal en estado puro, como bien insinúa la escena en el patio de la prisión, al principio. Debo confesar que experimenté durante el visionado unos cuantos escalofríos de lo más agradables, algo muy de agradecer cuando te expones a tu género favorito. Ver a Jamie Lee Curtis convertida en una abuelita canosa, pertrechada con más armas que el Pentágono, con esa sabiduría que sólo posee alguien que se ha asomado (demasiado) al lado oscuro, me fortaleció en mi convencimiento de que, como apuntó Darwin, sólo los más aptos sobrevivirán. Además de recuperar el tema principal del original, John Carpenter firma la banda sonora con su hijo Cody y un tal Daniel A. Davies, una partitura, o mejor dicho, unos sonidos que te hielan la sangre en las venas. Con todo ello, una duración contenida, y unos sustos bien distribuidos, es una de las secuelas más decentes que he visto en bastante tiempo. A disfrutar.