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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Terror En algún momento indeterminado de los años 80, una joven estudiante, Samantha Hughes, acepta un trabajo como canguro que coincide con una eclipse lunar. Pronto se da cuenta de que sus clientes ocultan un temible secreto... (FILMAFFINITY)
31 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio, es fácil pensar que 'La Casa del Diablo' es un juego.
Los créditos congelados evocan texturas ochenteras, la historia de la jovencita universitaria yendo al caserón misterioso la hemos visto miles de veces, y por si fuera poco, el título no puede ser más revelador.
Sabemos de qué va esto, y sabemos cómo va acabar, por lo que es sencillo recostarse en la butaca pensando "bueno, una de cosas diabólicas y tal".

Pero a medida que pasan los minutos, los más impacientes empezarán a pensar que no está pasando nada, porque todavía no ha aparecido ninguna criatura con cuernos, ni nadie se ha asomado repentinamente al plano para dejarnos con el corazón a mil.
Ella viene al salón, la cámara la sigue... verás ahora que sustazo... ah, no, pues no... jodeee, esta sentada ahí donde no debe, seguro que algo aparece en la ventana... ah, pues tampoco... ahora, ahora, va a abrir la puerta, verás queeee... nada. Ti West juega con nosotros y nuestra expectativa, elaborando cuidadosamente los planos en fórmulas mil veces vistas, para después apartarse bruscamente de ellas.
Quiere hacernos creer que cada esquina es un peligro para nuestra protagonista, a la que humaniza con cuatro sencillos rasgos de carácter para que podamos quererla (se deja tentar por el dinero, pero tiene principios morales al decirle a su amiga que se vaya, a la vez que sabe pasárselo bien con su walk-man...). Y cada momento guarda un pequeño indicio de amenaza, pero en vez de rematarlo con un susto West sabe que nuestro instinto ya está frito del mismo truco: él solo deja esa sensación de amenaza, dejando que crezca en nuestra imaginación, que eche raíces y que nunca nos abandone.

Sabemos que no hay huida posible, sabemos que hay una amenaza y sabemos que hay un misterio: todo puede pasar, pero probablemente lo más terrorífico sea... ¿y si pasa?
West despoja al género de todos los artificios, de todas las salidas fáciles, y quitando toda la grasa llega al hueso: al puro nervio, puro terror que se despierta cuando vemos cualquier cosa fuera de lugar, o cuando todo está "demasiado" en su lugar. Ausencia y presencia, nada más hace falta.
El tramo final, pese a romper con eso, no deja de ser la pura catarsis que se ha ido construyendo antes. Como una especie de consuelo para aliviar nuestra paranoia y decirnos que no estamos locos, aunque dejando la pregunta en el aire de si preferiríamos estarlo.

Esto no era un juego, era un desafío.
Consistía en dar al público lo que quiere, de la manera que no espera. Y eso es una gozada cuando crees que ya sabías a lo que venías.
Charles
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