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España España · Madrid
Voto de Charles:
5
Thriller. Terror. Drama John Wayne Cleaver es un adolescente obsesionado con los asesinos en serie que, pese a sus tendencias sociópatas, hace todo lo posible para no convertirse en uno de ellos. Cuando el frío pueblo del Midwest americano donde vive se ve acechado por una ola de sangrientas muertes, John decide perseguir al culpable, bajo la amenaza de descubrir que él es mucho peor que su enemigo. (FILMAFFINITY)
30 de octubre de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que me llamó la atención de esta película es su estética completamente plana y aséptica.
Su paleta de colores es casi inexistente, sus planos son casi generales aunque el actor esté en primer término.
Casi parece un vídeo de youtube en ocasiones, si no fuera porque la cámara parece centrarse en acciones concretas de determinado tipo de gente, a veces.

'I Am Not a Serial Killer', desde su imagen, busca la normalidad: la misma que ansían sus dos protagonistas.
Uno la quiere para comprenderla y abrazarla, otro solo para esconderse entre ella. Ambos, sin embargo, comparten un malsano gusto por los detalles, cimentado en una considerable falta de empatía que les hace estar al margen de una sociedad que les ignora.
Poco a poco, les iremos conociendo, y descubriendo como resaltan en el blanco lienzo de una comunidad rural cualquiera.

John vive cada día compartiendo tareas de funeraria con su tía, dejando clara la poca sensibilidad que tiene hacia los muertos (¿también hacia los vivos?), pero en general siendo un buen chaval. Sus rutinas siguen un patrón similar a las de los demás, no le falta su correspondiente matón, su amigo fiel ni tampoco la chica con la que "podría pasar algo". Es normal, a todos los efectos.
Pero entonces se producen una serie de extraños asesinatos en el pueblo, productos de los cuales van a parar a la camilla de embalsamamiento de John. Y este empieza a apreciar los rasgos de una mente similar tras las mutilaciones: cuidado gusto, precisa necesidad... e implacable ansia.

Como si fuera un alumno buscando oscuro maestro, John se adentrará en la noche para buscar al responsable, y por el camino se dará cuenta de que empieza a disfrutar de lo mismo de lo que trataba alejarse.
A saber, que resulta muy tentador ser el lobo entre los corderos, y golpear para desvanecerse en la noche como un fantasma. Inconscientemente, el joven trabajador funerario empieza a sentirse mucho más a gusto en su rutina nocturna que en su patrón diurno, pero de igual manera se resiste a abandonar ninguno de los dos.
Allanamientos de morada, atropellos y vistazos furtivos se confunden con rutina, trabajo, normalidad: dos caras de una misma moneda que, John empieza a comprenderlo, muchas veces existen solo para el que se atreve a mirar, como está haciendo él.

Pero esta no es esa historia. O por lo menos, no la que uno puede imaginarse leyendo título y argumento.
El entendimiento entre ambos moradores de la noche, inquietos y calculadores, tiene más un fondo de conciliación que de caza, porque entre los dos no solo comprenden su ansia, sino tal vez, quizás, el dolor compartido.
El dolor que supone ser el único condenado a determinado comportamiento, cuyas ramificaciones normalmente se nos escapan a los que no nos fijamos en las actitudes sospechosas del vecino de enfrente.

En última instancia, ese encuentro viene a decir que no existen ansias luchando por salir, sino decisiones de vida que se pueden hacer.
Bonita moraleja para la historia de alguien que empieza diciendo que no es un asesino.
Charles
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