Casi todo lo que aparece en pantalla me ha conquistado. El momento álgido que todo el que haya visto la película debería mencionar sí me ha producido un desasosiego considerable, no hace falta decir qué ni cómo, pero todo lo que tiene que ver con Juan Herrera, excepcionalmente interpretado por Gilbert Roland, me ha convencido de tal manera que creo que con el tiempo le recordaré más a él que al estúpido terrateniente y al otro personaje que va y viene con sus cincuenta mil a la espalda.

"Las furias" no es considerada una de las mejores películas de Mann, pero a mí si me lo parece. Cosas como el forzado amor que nace en Stanwyck y el trato que recibe de la otra parte son para olvidar, todo lo que representa el terrateniente explotador y su manera de actuar no puede ser aplaudida a día de hoy. Hasta le dedican una canción de lo más lamentable. Pero ciertamente el uso de la cámara, con esa tendencia a filmar cuando el atardecer apenas deja usar un mínimo de luz, las sombras y la colocación de la cámara, ha hecho que me sintiera atrapado.

Mientras haya explotadores habrá explotados, poca justicia hay que esperar entonces, aunque sea a golpe de gatillo, tal vez el dedo de alguien que dicen que le daría al ojo de un gorrión a trescientos metros. No es poco consuelo que un disparo acabe con la película, justamente cuando se iban de parranda para celebrar no sé qué de unos pagarés y una franja de lo más productiva. ¿Cómo lo diré otra vez sin repetirme?: me ha atrapado, me repito, lo sé, no doy para más.