De todas las cosas que esta película ofrece hay muchas que ya conocemos, muy parecidas, de otros títulos del director británico. Su puesta en escena es inconfundible, es propia de su sello, con una presentación de nuestro planeta en una distopía tan desalentadora. A partir de ahí, el rompecabezas que se nos ofrece, con idas y venidas para adelante y para atrás en el tiempo, tiene su interés en cuanto al acoplamiento final de sus piezas, que va a suponer la clave para que algunos entiendan que es una tomadura de pelo o una obra maestra. Yo no creo ni una cosa ni otra, no está mal, pero es cierto que tampoco es para lanzar cihetes.

Hasta llegar al final de la película tenemos tiempo de ver a Bruce Willis en una enorme variedad de escenarios pero siempre correcto, haciendo de loco, de extraviado ser de movimientos insondables, de aquí para allá a través de mecanismos que no se nos son explicados claramente (en esto del caos Gilliam es un maestro) y con una mala leche a su alrededor considerable.

Lo mejor para este "12 monos" fue poder contar con esas caras tan conocidas, si no es con Brad Pitt que se cruza Willis es con Madeleine Stowe, de la cual se enamora, cuestión que es para muchos, y yo me incluyo, lo más afortunado y lógico que le sucede a nuestro viajero del tiempo. En cuanto al rompecabezas, tiene mucho interés, pero el efectismo excesivo en el que cae con esa pesada escena en el aeropuerto es eso precisamente, efectismo puro, aunque necesario. Luego está la reflexión para los amantes de la ciencia ficción sobre si los viajes en el tiempo pueden o no cambiar las cosas, el que llegue a "12 monos" sin saber nada que lo descubra por sí mismo, yo lo que creo es que en otras ocasiones ("Brazil", una pesadilla) Gilliam me ha llegado a enseñar lo peor de lo peor, así que con esta realización "más coherente" puedo decir que estoy satisfecho.