Evidentemente no es una película para todos, porque aunque esté bien hecha y las imágenes que nos enseña sean preciosas, el cine también tiene que tener una historia. Es posible por momentos quedar fascinado y seducido sobre todo en la primera parte de la película en la que vamos conociendo poco a poco a la familia vietnamita que contrata a nuestra protagonista. Pero ese poco a poco se queda en nada. Cuando la historia de la abuela que no sale de la habitación de arriba puede resultar sugestiva, cuando puede que las andanzas del padre sean interesantes, entonces los minutos pasan y pasan y todo queda en nada, no va más allá. Así pues todo queda en una bella estampa y en un mensaje subliminal que es el crecimiento de la niña criada que en la segunda parte se ha convertido ya en una mujer con todas las letras.

Adoro el sudeste asiático y adoro Vietnam, un pueblo que se ha desangrado durante el S.XX... Y aquí, en el año 1953, tenemos alguna alusión al toque de queda y diez años más algún ruidito de un avión. No todo el cine de Vietnam tiene que ir de sus conflictos bélicos, pero quizás esta papaya se ha ido al otro extremo. No es una película desastrosa, jamás diría eso de un producto que cuida y mima tanto los fotogramas. Pero no es para todos. Hay quienes reclamamos más prosa.