Alguien debería rescatar este tipo de cine que estoy convencido que se hace desde una modestia sincera y que se califica de pretencioso. Es molesto detectar cierto posicionamiento que declara su aburrimiento ante reflexiones tan humanas y serias como el azar, lo imprevisible y el miedo. Nuestra vida, como la de los personajes de "Grand Canyon", se construye a base de trompicones que no siempre dependen de nuestros aciertos, unas veces acertamos en las decisiones y otras no, pero a menudo la sensación es que el rumbo no lo escogemos nosotros y que depende de vete a saber qué o quién.

No hay grandes explosiones, no hay cuchillos voladores ni carreras en deportivos, aquí hay un tío normal que le pone los cuernos a su mujer una vez pero que ama a su familia. También hay un currante que necesita como el agua de beber a alguien con quien compartir su vida. Son gente normal, con sus problemas, que en un momento dado se sientan a tomar una birra y piensan en voz alta. Historias cruzadas de gente que antes de empezar la película no se conocían. Forman parte de un cine que no gusta a todos porque hay quien se aburre, tal vez como nuestra propia vida, de la que no sabemos cómo explicar por qué sucede lo que sucede. Ellos igual.

Lamento decir que no es una obra maestra, lamento decir que no me gustó tanto como para ponerle la máxima nota, pero me doy la enhorabuena por haber sabido disfrutarla y decir sin complejos que me quedo mil veces antes con una película así que con los 3D, los megapíxeles y los blockbuster de cada esquina...