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España España · Barcelona
Voto de Tithoes:
7
Thriller. Intriga En el despiadado mundo del comercio del arte, Josephina (Zawe Ashton) encuentra por accidente un auténtico tesoro: un viejo artista clandestino, tras fallecer, deja tras de sí una maravillosa colección de cuadros con el deseo expreso de que éstos fuesen destruidos tras su muerte. Decidida a sacar buena renta de ellos, Josephina comienza a exponerlos ante algunos de los pesos pesados de la industria, incluyendo a su jefa Rhodora (Russo), ... [+]
12 de febrero de 2019
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Lo mejor: el feroz retrato de la despersonalización comercial mediante multitud de frases lapidarias de índole crítica (“es más fácil hablar de dinero que de arte”, “los ricos son impacientes”...), concienciadora (“ante lo sublime te tiembla el cuerpo”, “no existen estrategias para poder acorralar el reino infinito de lo nuevo”...), filosófica (“la dependencia mata la creatividad”, “solo confiando en ti mismo puedes ir más allá de tus miedos”...), reprochadora (“los escombros serían mejores que la exposición”, “no vendemos bienes duraderos sino percepción”...) y reveladora (“en nuestro mundo tú eres Dios”, “valoro por adoración”...); la excéntrica elegancia que rezuma cada plano, incluso aquellos pertenecientes a las escenas más macabras (es decir, a las siete muertes, seis explícitas y una deducible, perpetradas por una fuerza demoníaca), cristalizando el metraje en una exquisita experiencia audiovisual (la sinergia entre la fotografía de Robert Elswit y la música de Marco Beltrami es total) de inabarcable atribución adjetival, pudiéndose mencionar algunos (pronunciados en el mismo para proponer así una especie de actividad paralela con el objetivo de identificarlas) como drenante, estimulante, fascinante, hechizante, inspiradora, intrigante, original, pasional, perspicaz, vanguardista, visionaria; el abanico de ejemplificaciones de la frivolidad y la superficialidad plasmadas, sin ir más lejos a partir de los trágicos sucesos que, provenientes de un alma torturada, ajustician a asesores y representantes de muy distinta manera (asesinados por entidades en rellanos, absorbidos por cuadros en lavabos, ahorcados por corbatas en escenarios, desangrados por esculturas en galerías, asaltados por robots en almacenes, infestados por pinturas en cubículos y atacados por tatuajes en jardines) pero idéntica pertinencia, convirtiéndose dos obras (“el mendigo” y “la esfera”) en objetos a recordar siempre jamás.

Lo peor: la eterna espera para que la dupla formada por Dan Gilroy y Jake Gyllenhaal (la tríada si se suma René Russo) vuelvan a coincidir, presentando en esta ocasión una producción no tan soberbia como la anterior (ya no superar sino igualar a Nightcrawler es una verdadera quimera) pero igualmente absorbente y diferencial, muy recomendable por los citados motivos (y muchos más obviados para no escribir decenas de líneas a tal efecto), amén del atractivo en el que se traduce la participación de John Malkovich (pasivo e imponente en este caso); la seducción (y consumación) carnal entre los dos personajes principales (así como la gratuita exhibición de sus cuerpos) no parece albergar lógica alguna más allá de entusiasmar al público menos exigente y reafirmar sin necesidad aparente que la ambición (en aras de lograr fama y éxito) es el mayor de los peligros del ser humano, confirmando esto que dicho recurso goza de tan poca repercusión (de hecho ni siquiera dispone de seriedad) como la de la multiventana (hasta media docena de pantallas confluyen al unísono) que en determinado momento se observa; el aire de superioridad que desprende el protagonista (por estricta exigencia del guión para enfatizar el mensaje que se pretende difundir) que, promovido por sus habilidades e intereses (tanto profesionales como sociales), termina consumido por su codicia puede irritar tanto como los créditos iniciales (técnicamente maravillosos, qué duda cabe), adelantándose en ellos demasiado contenido y, por ende, resultando más desafortunados e impertinentes que la valiosa colección de cierto artista de relevancia marginal, cuyo turbio pasado fundamenta la invitación a reflexionar sobre las prioridades propias y en el que reside el busilis de la historia.

Daniel Espinosa
www.cementeriodenoticias.es.tl
Tithoes
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