Una buena historia que plantea de forma más seria lo que aquellas otras películas de Regreso al Futuro o los 12 Monos. Basándose en alguna propiedad cuántica de la materia se plantea que con un cerebro en muerte clínica se pueden exprimir los últimos 8 minutos de otro cerebro muerto totalmente, en este caso el primero, el de un militar que asume la memoria de un pasajero muerto en un atentado a un vagón de cercanías de la ciudad de Chicago.

Una bonita reflexión de cómo el futuro puede modificar el pasado como ya insinuaron Bergson, Bloch y otros tantos, además siendo el amor el impulsor de este cambio retroactivo la cosa es todavía más verídica. Y en cualquier caso, una afirmación más del libre albedrío humano capaz de cambiar las cosas, en este caso de forma retrospectiva, aunque para mí no sea realmente el libre albedrío el "quid" de lo humano que de forma casi caprichosa decide lo que quiere hacer, sino el deseo, el de lo todavía-no-consciente de Bloch, el deseo de utopía que nos hace querer lo mejor para la especie, para el planeta o incluso para el universo, aunque no seamos nosotros los que elijamos... o ¿quizá sí?