Sin esta actriz nacida en Leningrado en 1974, el director no hubiera podido con un guión tan complejo, con tanta sucesión de rendidos homenajes al cine (Hitchcock, Argento, Polanski...) y a sí mismo, ese estilo suyo que cuando todo funciona bien es una suma de emociones in crescendo rumbo a la esperanza en existencias muy duras, muy amargas.

Kseniya Rappoport se ha dado a conocer por esta película y luego ha realizado unas pocas que no puedo localizar, algunas ni siquiera se han estrenado por aquí. Es una actriz con una grandeza excepcional, ya que desde las primeras secuencias en que la vemos desnuda, bellísima, escultural, hasta el sobrecogedor final, varios años y encadenados dramas después, logra cubrir toda clase de papeles: feroz, dulcísima, vengativa, sumisa, encantadora, sexy, árida, enloquecida de dolor...

Un talento superior que merece la mejor de las oportunidades.

En cuando a la película propiamente dicha lo más importante es que sortea con gran talento las zonas más difíciles del cine: une documento bien asesorado con ficción bien atemperada en un concierto de intriga y melodrama a la italiana, a lo Tornatore, donde la pasión por las técnicas cinematográficas crean fabuloso idilio con las pasiones de la vida cotidiana.

Fotografía, diálogos... y la partitura del gran Morricone redondean la excelencia de esta Desconocida que ha tenido la bondad de quitarse la máscara del comienzo de la película para entregarnos sin concesiones toda su completa, desgarradora desnudez.

Ángela Molina está fenomenal en un breve pero contundente papel de italiana popular.